jueves, noviembre 25, 2010

Un robot a la intemperie.


Me interesa quedarme callado en el medio de la nada para escuchar lo que me dices y analizar palabra por palabra. Sí, soy así, un robot del análisis cuyos engranajes se abren para que no se escape nada y pueda procesarlo todo hasta cagar, con mi culo de hojalata, una buena conclusión a la que atenerme.

Me interesa estudiar tus circuitos mentales hasta conocer todas y cada una de las interconexiones que pululan por tu interior como intestinos retorcidos. Me convierto en cirujano-robot. Uso el escalpelo de mi mirada para hacer una incisión en tus pupilas, indolora, inapreciable, pero lo suficiente para introducirme y escarbar.

Me interesa bajarte los pantalones y mirar por el agujero de tu uretra. Ver lo que hay para, en un momento determinado, poder bañarme en tu semen y convertirme en un robot-nadador. Competir con tus espermas para ver quién es el más fuerte. Ponerte a prueba..., probarte entero.

Me interesas, pero no sé hasta que punto me convienes. Ahí está la cosa.


lunes, febrero 22, 2010

La decepción.


Una vez más la decepción me envuelve con papel transparente por todo el cuerpo y me mete de una pieza en el congelador de casa, junto al arroz tres delicias... Oigo como los guisantes cuchichean entre ellos sobre mí y le dan codazos a los granos de arroz mientras intentan disimular. Los escucho perfectamente.

La decepción te estira la cara y te engarrota los dedos para que no puedas señalar el camino a seguir. La decepción le da al pause de los latidos de tu corazón y lo mantiene así unos cuantos días hasta que la catársis viene e insufla, de nuevo, aire purificado en tus ventrículos. La decepción es la vecina del quinto que de vez en cuando llama a tu puerta para pedirte sal e, inmediatamente, te la tira a los ojos... Esa es. La decepción.

domingo, diciembre 27, 2009

Un erizo, eso es...



-Escúpeme en la boca -me dijo jadeando.

Y yo le escupí con los ojos muy abiertos intentando comprender qué placer podía obtener al sentir mi saliva regando su boca. No lo entendí, pero lo hice.

El holocausto de soledad de nuestros cuerpos se retorcía en una pequeña cama de 90 rodeada de ropa sucia, unas esposas, condones, algún que otro cómic, lubricante y un aparatito negro que vibraba por la zona del perineo.

-¿Quieres popper? -me preguntó ávido de semen.
-No -le contesté mientras me intentaba concentrar para darle lo que él ansiaba.

Un rato después mi espina dorsal volvía a gritar al estirarse encima de él... Me di cuenta que los pinchos de mi caparazón se habían caído poco a poco, que tenía la espalda libre, con movilidad, incluso se oían los gemidos de mis vértebras al retorcerse de placer, me había dejado llevar desde aquella conversación de cinco horas con bastante sentido del humor en un bareto del centro hasta el colchón de la cama de su habitación. Algo nuevo para mí...

-Estás buenísimo -me dijo, como si a esas alturas me tuviera que convencer de algo o, más bien, como si quisiera un "piropo" a cambio.

Todo acabó (bastante satisfactoriamente, por cierto) con olor a cleanex de lavanda por nuestros cuerpos y respiraciones entrecortadas... Respiraciones que dejaron paso a los mimos, las caricas, los abrazos, los besos cortos, los aplausos del público de nuestro orgullo masculino y las observaciones tipo "estás invitado a casa para cuando quieras", lo cual se agradece, la verdad.

Y hoy noto como mis pinchos crecen de nuevo. Pinchos de erizo en mi espalda. Pinchos para que nadie se acerque porque debo asumir que no sé simplificar las cosas y que las distracciones son meras distracciones, no sustitutivos de nada. Pinchos por fuera para que nadie me toque por dentro, como han vuelto a hacer de una manera mucho más superflua, pero lo han hecho... Porque todo es simple, no hay ni va a haber nada más, lo tengo claro, pero la máquina del pensamiento se pone en marcha, y yo, personalmente, no la controlo demasiado bien. Me juega malas pasadas.

Y sí, lo veo claro, un erizo que, de todas todas, volverá a quitarse la coraza y la dejará a los pies de la cama, junto a los boxer manchados de líquido preseminal y los sueños de algo mejor enroscados en los calcetines sucios.


viernes, diciembre 18, 2009

Polvo de hadas.

Ella era de cristal y terminó rompiéndose. Era tan etérea que acabó diluyéndose en el sinsentido de la vida y mimetizó su sonrisa con las olas del mar.

Ella volaba bajito, a ras de suelo, como los colibríes, volaba en el límite de lo blanco y lo negro, de lo real y lo irreal, del cielo y del infierno…

Porque si las sonrisas fueran habitables, yo habría querido quedarme en la suya para siempre. Colgado de sus labios y haciendo equilibrios en la cuerda que une sus dos comisuras me quedé, por eso tendría que haberla mantenido estirada por mucho tiempo, para no caerme, yo mismo se lo pedí, sonriendo como sólo ella sabía, como una estrella de cine de los años 50…, como lo que era, un estrella parpadeante. A veces con más luz, otras con menos.

Ella vuela alto ahora, con su varita de hada en nuestras cabezas. Estoy seguro que hará todo lo posible por conceder los deseos que queremos. La oigo revolotear, es ella, entre las páginas de “Cien años de soledad” que tengo encima de mi mesa y que me dejó hace un tiempo, entre todos mis recuerdos donde ella es la protagonista y siempre lo será… Mi pequeña Amelié.

Te quiero y siempre te querré.

))><(( Forever.

Arc.

jueves, octubre 08, 2009

Té, porro y donut.



Bebo té, fumo porro y como un donut, aunque no expresamente en ese orden. Lo hago como un ritual, como quien dice un "te quiero" cual autómata, sin ni siquiera pensar en el significado de tales palabras... Palabras que, al final, se tornan amarillentas y roídas de tanto darles vueltas en la lavadora de tu boca y de tanto tenderlas en el tendedero de tus pestañas al árido sol de tu mirada.

Fumo donut, bebo un porro y como té. Y toso, y me ahogo, y me dan ganas de vomitar cuando miro a mí alrededor y sólo siento la vanidad de la gente que se venden por un "qué guapo eres", y creen que te vas a vender por un "ojos bonitos tienes" y no, no es así..., al menos en mi caso. Que se den por enterados. Que se vayan a la mierda.

Como porro, bebo un donut y fumo el té. Y noto que hay días que me siento débil, que creo que lo que me rodea, y su continua partida de tetris, no encaja ni encajará de ninguna manera con las piezas que coloco cuidadosamente en el panel de este videojuego llamado vida.

Y miro el donut, veo el te y observo el porro. Todo detenidamente, como cuando te miras al espejo y te atraviesas el alma, casi sin parpadear, casi sin respirar, como quien espera la revelación del por qué de todo y lo único que obtiene es el murmullo de la soledad que se columpia burlonamente en la cadena del w.c. mientras espera el momento de saltar a tu cuello y apretar un poco más...


martes, septiembre 22, 2009

Colisión.


Pues sí, la vida es como una autovía de peaje donde ves gente que va y viene y tú, mientras, te quedas mirando como un tonto con el ticket de la ilusión y la esperanza en la mano...

Dejas entrar a esos con los que parece que vas a hacer un viaje de la ostia, pero al final el coche se cala o acabas sacando la cabeza por la ventanilla porque te han mareado de tal manera que ni la Biodramina puede hacer nada.

Y, entonces, sales despedido por el parabrisas y te quedas en medio de la autovía mirando hacia arriba y rodeado de cristales que resultan ser tus sueños hechos añicos... Pero, tranquilo, ya los barrerás otro día.

Te levantas poco a poco y notas como te crujen de rabia las rodillas y como de tu rótula salen lágrimas que se deslizan por tu pierna dejando un reguero que, a la larga, será tu propio bálsamo o curación.

Y miras a lo lejos, observas el desastre del accidente pero desistes en llamar a una ambulancia. Que cada uno se cure sus heridas, que cada uno se lama su propia sangre, que cada uno cree sus propias costras de la manera que pueda o mejor sepa. Yo lo intento hacer con la cabeza bien alta..., al menos eso pienso mientras escucho las sirenas de fondo.

miércoles, enero 14, 2009

Achinando los ojos.


Hace casi un año que le di a la tecla pause de este blog y hoy me permito alejar el dedo por un momento mientras me lo pongo en la perilla intentando adivinar qué contar y qué callar.

Este blog me pincha mientras escribo, me trae demasiados recuerdos que quedan ya en el fondo de un saco con agujeros... Y sé que aún queda mucho para que los recuerdos que sobrevivan se tornen romos y no hagan herida. Demasiado, diría yo.

En un año pueden pasar muchas cosas y se me atropella todo en la cabeza en forma de tsunami de sucesos. Como resumen diré que no ha ido demasiado bien, sino todo lo contrario..., pero no voy a compadecerme de mí mismo, ni ser negativo, ni siquiera dar detalles. Los detalles me los coso en las sienes para que no se me olviden nunca.

Y, poco a poco, me voy conviertiendo en ese fuelle que sopla lo negativo para avivar el fuego que queme toda la mierda que ha inundado mi vida a lo largo de estos meses. Y muto en bayeta de microfibra amarilla mientras recorro las conclusiones que saco de todo ésto dejándolas totalmente relucientes. Y me transformo en luz parpadeante del módem deseando ser el reflejo estable y fijo de una bombilla, aunque sea, de bajo consumo. Y me doy cuenta que, de un tiempo a esta parte, mis arcadas me salen por la nariz convirtiéndose en algo desagradable para mí, por eso ahora tomo Biodramina. Por eso callo.

Por eso mismo.