viernes, marzo 31, 2006

Corazón y cerebroS.


Hace poco me enteré, gracias a G., que algunos estudios científicos localizan una pequeña zona en el corazón que hace la función de cerebro. Lo descubrieron al investigar por qué la gente cambia de forma de ser cuando les trasplantan un corazón de otra persona (más allá de que la experiencia sea de por si traumática y afecte).

Casi me echo una mano a la cabeza y otra al pecho con cara de Homer Simpson cuando le da un ataque, y es que creo tener bastante con un cerebro más o menos lúcido en la cabeza como para tener otro en el corazón que también se empeñe en darme órdenes ya que, y de esto no hay duda, siempre se llevan la contraria cual tertulianos de “A tu lado”. He perdido la cuenta de las veces que se han peleado entre ellos para ver quién tenía razón y poder llevarse a casa el trofeo de la cobardía o la impulsividad. ¿No sería más fácil sentarse y firmar un convenio dejando bien claras las cláusulas amatorias? Me refiero a éstas porque son el principal motivo de gresca interna, pero hay muchas más.

Me niego a tener el doble de discusiones entre mis dos (a veces tres) cabezas y mi corazón. Joder, que hay veces que se gritan cosas dignas de un concursante de Gran Hermano:

-¡Que te den por la próstata, nen!

-¡Y tú vete al puto riñón, corre!

Quiero que los científicos se estén quietos, que dejen nuestros corazones en paz. Ya tenemos bastante con las malas cirugías que, a veces, solemos hacernos a nosotros mismos al remendar una operación a corazón abierto con suturas tan finas que con nada se rompen, como para meter un tercer púgil en el cuadrilátero de las decisiones, porque está claro que ganaría el cerebro por K.O. y no, no me da la gana. Que no, coño, que no. Punto pelota.

Audio: Björk – The triumph of a heart


martes, marzo 28, 2006

Autodefinido.

Él era el encargado de hacer los autodefinidos de aquel periódico. Los construía cada día de la misma manera. Rellenaba todas las casillas negras violando su interior de letras blancas para que, así, los lectores pudieran pensar y poner nombre a sus momentos de tedio en pequeños cuadrados que esperaban ser acariciados por la punta de un bolígrafo.

Se despertó, como todas las mañanas, a la misma hora, tomó una ducha de agua templada durante siete minutos, bebió un zumo de naranja, comió una magdalena, se vistió comenzando por la parte de arriba y salió de casa con quince minutos de antelación para no llegar tarde al trabajo.

Cruzó el portal y se dio cuenta de que lloviznaba cuando una gota le manchó el cristal de las gafas, justo en el centro. Se montó en el coche y con el dedo hizo que sonara una canción de Télépopmusik. Permaneció unos segundos parado, escuchando la canción, mirando a través de la gota de lluvia que tenía a pocos centímetros de su ojo derecho…

Aquella mañana su visión de las cosas cambió, todo parecía diferente a través de la gota. Le bastó esa minúscula anécdota para decidirse a hacer algo que llevaba pensando hace mucho tiempo.

En sucesivos días empezó a acompañar las casillas que rezaban “República Árabe Unida”, “Erial, terreno sin cultivar”, “Apócope de Santo”, con otras algo diferentes como:

“Me gusta jugar al trivial con la soledad y preguntarle si algún día me abandonará”

“Echo de menos las fiestas de cumpleaños de cuando era un crío”

“Me asusta el futuro y no estar a su altura (me han dicho que es muy alto y fuerte)”

“Durante mucho tiempo mis padres no me enseñaron a comunicarme, sino a incomunicarme. Ahora me toca aprender”

“Me desagrada el sabor de algunas claras de huevo”

“Leo mucho, ya que como dicen que el destino está escrito quiero encontrarlo. Lo que no dicen es que debe ser escrito por uno mismo”

“Creo que el miedo es como un pantalón de campana…, siempre tienes que tener uno dentro del armario. A veces lo abres, lo miras y te lo pones, pero nunca olvides volverlo a guardar”

Todos los días colaba una… Gota a gota fue autodefiniéndose, día a día rellenó las casillas de su propia vida sirviéndose de aquel espacio. Sin embargo, nunca llamaron al periódico para quejarse porque habían casillas sin respuesta, y eso le entristeció. Pensó que, quizá, la gente no hacía ya autodefinidos, o, lo que era peor, que no hacían un alto en sus vidas para autodefinirse un rato tomando un café.

Audio: Télépopmusik - Close


viernes, marzo 24, 2006

Dejando atrás...


Nuestros rencores se abrazaron, los noté en mi pecho, puntiagudos, con forma de espiral, negros, gélidos. El tuyo resultó más fuerte, me lo demostraste a lo largo de esos cuatro días, el mío afloró al no entender el por qué, débil, estático, palpitando interrogaciones, supurando hipótesis. Ambos parecíamos saborear un caramelo agridulce y alimentarnos de él momentáneamente. Tu lengua terrosa de resentimientos se movió mientras intentábamos crear vida de todo aquello, abrazándonos.

-Mira, ya es primavera –dijiste mirando a la ventana mientras yo observaba la pared.

Busqué la cámara que filmaba ese momento, pero no la encontré. Se quedó atrás, junto al invierno.

Cerré los ojos y deseé… Deseé que todo aquello acompañara al invierno y se largara, deseé que todo fuera tan fácil como arrancar la hoja de un calendario, llevándose con ella todo lo malo y poder tirarla lejos, muy lejos. Deseé levantarme y correr la cortina con el mismo movimiento que haría al pasar la hoja del almanaque de nuestras vidas para que el sol primaveral lo inundara todo y nos sirviera de bálsamo.

Sumemos días y restemos rencores en nuestro calendario. Sé que lo haré, sé que lo harás o, al menos, lo intentarás… ¿a que sí?

Audio: Camille - La ou je suis née

martes, marzo 21, 2006

Encajando palabras hasta formar una historia.


Después de mi periplo fallero (del que hay poco que remarcar), vuelvo de nuevo para contaros una historia ficticia de esas que, de vez en cuando, me gusta compartir mientras camino disfrutando de los ruidos de la ciudad. Ya sabéis, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia...
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Apareció y me regaló un imán, un estúpido imán con forma de corazón y me lo dio el día que yo menos esperaba. Regálamelo el día de mi cumpleaños, el de mi Santo si me apuras, pero no llegues un día tendiendo la mano y entregándome tu corazón para que se pegue al mío. Así no se hacen las cosas, le dije.

Desde aquel momento ya iba prevenido para lo que pudiese pasar, como, por ejemplo, aquel otro día en el que estaba saboreando la nata de un capuchino de la misma manera que paladeaba los pensamientos que mi cabeza generaba, desordenados y oscuros, como posos de mi propio café, dispuesto a tomar alguna decisión o, simplemente, por el placer de poner las manos en una taza caliente sentado en algún sitio concurrido. Se acercó y rompió mi ritual dejando un paquetito encima de la mesa... Lo miré, lo cogí, lo abrí e hice una mueca. Vaselina para labios con olor a frambuesa, ese empalagoso olor que se quedaba impregnado en mis fosas nasales, que, poco a poco, se va convirtiendo en un desquiciante sabor durante todo el día y que, hiciese lo que hiciese, lo iba a seguir oliendo y paladeando hasta que quedara dormido en mi asquerosa y apestosa almohada de frambuesa. Soñaría cosas color rosa y me levantaría de buen humor, ¡¿pero qué se habría creído?!

-Oye, ¿y qué pasa si hoy o mañana tengo un día limón? -le pregunté mirándole a los ojos-. ¿Tengo que ir oliendo a frambuesa todo el puto día?


Todavía recuerdo lo mucho que me gustó su voz la noche que me quedé encerrado en aquel claustrofóbico ascensor. Fue el aderezo de mi nerviosismo mientras pulsaba cinco veces seguidas la alarma para que alguna persona la oyera y viniese a echarme una mano.

Al trasladarme a aquel piso, el jefe de la comunidad me avisó que el ascensor estaba comunicado con un servicio de atención las 24 horas del día, lo cual nunca creí hasta aquella noche. Su voz salió por unos agujeros del panel de botones.

-Mantenimiento de ascensores, ¿puedo ayudarle en algún problema?
-Sí, me he quedado encerrado..., no puedo salir.
-No se preocupe, enseguida mandamos a un técnico. Dígame su nombre y dirección, por favor.

Su voz me hizo sentir seguro de que todo lo que me rodeaba no estaba sucediendo, que todo aquello era una escena de una mala película española... La situación me excitó tanto que me masturbé mientras él escuchaba atentamente al otro lado. A partir de ahí, y sabiendo que con cinco toques conectaba con mi vida, empecé a querer experimentar mi sexualidad en el ascensor y, sobre todo, en su presencia. A veces solo, a veces acompañado, compartiendo con él la bruma de mis orgasmos, el choque de mis gemidos contra las cuatro paredes, la mezcolanza de salivas, el eco de mis obscenas palabras mientras le mordía la espalda a alguien, el sonido de mis rodillas al tocar el suelo, los crujidos de mi espina dorsal al retorcerme de placer, la música de las gotitas de semen al salpicarme... Era yo mismo, era él al otro lado, era el ascensor como desierto de mis deseos.

Así hasta que pidió que nos conociéramos y yo accedí con desgana. Al poco empezó a regalarme su vida trozos... Yo los cogía, los miraba, los saboreaba y los escupía. Ese era el juego que me enseñaron a jugar.

Nunca follamos, nunca me interesó, sólo quería comunicarme con él a través del ascensor. Saber que había alguien al que podía acudir en el calor de la noche y hacer de mis pezones estrellas y de mi pene una luna menguante. Era su voz, era su presencia, me bastaba con eso..., no quería nada más.

Le devolví el tarrito de vaselina y olí el olor de su decepción, ese era el que quería que recorriera mi pituitaria, no el de frambuesa.

-Respeta mis dás limón y vete -le dije-. Nos Vemos esta noche en el ascensor...

miércoles, marzo 15, 2006

Paella de petardos.

Recuerdo que Valencia en Fallas suena como una mini-guerra en la que, como en todas las guerras, suelen haber dos bandos enfrentados: los que les gusta y los que no. Desgraciadamente para mí, me encuentro dentro del segundo.

En esta época, si vas andando por Valencia, tus oídos son bombardeados por miles de estruendosos petardos mientras que a uno no le queda otra más que encogerse de hombros, guiñar los ojos hasta mimetizarse con los chinos que venden rosas y estar acojonado y a la espera de ver cuándo explota el próximo... Eso de que cuando se escucha muchas veces un mismo sonido y muy seguido termina habituándose a él es mentira, el petardo tiene su propia “psicología”. Sin embargo, para mí, el recorrido ideal de los petardos sería que hicieran un efecto boomerang y se insertaran dentro del ano de quien los hubiera tirado, pero eso sólo forma parte de mis deseos y fantasías antifalleros… Que no me oiga Rita, por el amor de Deu, que me proclama “non grato”.

Pero bueno, tengo poderosas razones para hacer frente a los petardos y a toda esa gente que admira el ruido y el fuego que tango me desquicia…, por eso estaré ausente estos días, porque me voy a Valencia con mis tapones en las orejas y la mochila de los recuerdos dispuesta a ser llenada un poco más :)

Sed buenos y espero que los únicos petardos que os podáis encontrar lleven puesto corbata o minifalda…, aunque éstos son casi peores que los de Valencia. Ahí os dejo un audio muy fallero y un abrazote para todos.

Y, digo yo…,¿por qué en vez de quemar ninots no queman a la fallera mayor?

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Audio: Cristinita Percances - Amor Fallero


viernes, marzo 10, 2006

A la cola.


Nueve de la mañana. Cola de devoluciones.

-Hola, buenos días. Venía a devolver esto.

-…Me temo que es imposible, señor.

-¿Perdón? Tengo derecho a devolverla, está defectuosa y quiero una sin daños.

-Le repito que es imposible. ¿Cuál es el motivo de la devolución?

-Pues que a veces se encoge, otras se arruga y en ocasiones hasta sangra.

-Entiendo…, pero debería saber que todas salen con defecto de fábrica.

-¿Está usted seguro?

-Sí, mire a su espalda. Toda esa cola de gente quiere lo mismo que usted.

-Entiendo… La verdad es que sólo venía a descambiar algunas piezas, no toda entera, ¿podría ser?

-Me temo que tampoco…, lo siento.

-Gracias de todos modos.

Y salí de allí metiendo de nuevo mi vida en la bolsa de plástico del Carrefour.

Audio: Daughter Darling - Shattered


lunes, marzo 06, 2006

Correr atrás.



Se llamaba Oliver y no, no era el dibujo animado de un jugador de fútbol. Él era real, rubio, con los ojos marrones, de Nueva York y veraneaba al lado de mi casa, en el mismo sitio dónde solía y suelo ir todos los veranos. Justo ese mes de Agosto fue a visitar a su tía a aquel sitio costero que, seguro, no había oído nombrar en su vida, aunque durante el resto del año vivía en Madrid.

Rondábamos los 8 años y enseguida nos hicimos amigos. Yo, por aquella época, todavía era sociable y extrovertido, aunque la timidez empezaba a nublarme los ojos como lo hacían mis dioptrías aún no descubiertas hasta los 12.

Oliver para aquí, Oliver para allá. Era la novedad, era dulce, simpático, tierno y con cara de ángel. Deseaba que se hicieran las 6 de la tarde para poder salir a jugar con él ya que, por la mañana, cada uno iba a una playa diferente. Estoy seguro que, sentados en la orilla, oíamos nuestras risas camufladas entre el ruido de las olas y sentíamos nuestras miradas como el sol que brillaba sobre nuestras cabezas; intensas, radiantes, curiosas, directas..., éramos unos críos, no había mentiras, ni tampoco verdades, sólo momentos.

Una vez, jugando a pillarnos, nuestros labios se rozaron. ¿Fortuito o voluntario?, no lo sé, sólo sé que me fui a casa, nervioso, turbado, confuso y enfadado con Oliver. Sin embargo, debería haberme enfadado conmigo mismo por censurar mis sentimientos casi tan rápido como mis pensamientos. Yo no podía permitirme que un niño de mi edad me gustase, eso estaba mal, todo el mundo lo sabía.

No sé si Oliver se acuerda aún de mí, pero yo de él sí. Conservo fotos de aquel verano…, mi favorita es la del día de mi cumpleaños, rodeado de primos, sándwiches de nocilla, regalos, papeles de colores y, en medio de todo eso…, el único era él, cogiéndome cariñosamente por la espalda, con una sonrisa que fue iluminando mis horas durante ese verano y también durante el siguiente.

Los recuerdos, aunque a veces sean aliados, en este caso resultan ser algo traicioneros y no me dejan disfrutar de todo aquello como yo quisiera. De lo que sí me acuerdo bien es que no me despedí de él creyendo que lo vería al año siguiente…, pero no fue así.

Y quisiera correr atrás en el tiempo para despedirme de Oliver y devolverle el abrazo que me dio el día de mi cumpleaños. Y quisiera correr atrás en el tiempo para volverme a bañar en las aguas de aquella playa y dejar inmersa en ellas la puta autonegación que no me dejó vivir mi primer amor como tal. Y quisiera correr atrás en el tiempo para alertarme a mí mismo de que castrar aquellos sentimientos era un error, gritarme “¡para!” antes de deslizar las sensaciones que Oliver me producía como si fuera arena entre mis dedos y perderlas en la playa de mis miedos, resguardar todo aquello bajo la sombrilla de la valentía y no exponer nuestro pequeño gran amor ante aquel abrasante sol que resultaba (y sigue resultando) ser la sociedad.

Audio: Sintonía de Barrio Sésamo.

viernes, marzo 03, 2006

La cadena del Tanka.

No, no me he confundido y he puesto una K en vez de una G. Resulta que en Japón hay un tipo de poesía llamada “Tanka” y por aquí corre una cadena que consiste en continuar un Tanka que alguien te pase. En este caso ha sido HombreFrío quien me ha pasado una frase de su “japoesía” para que, a partir de ella, cree mi propio Tanka, teniendo en cuenta que la estructura del mismo consta de cinco versos de 5-7-5-7-7 sílabas y haciendo la rima que te salga de las pelotoides.


Tanka de Hombrefrio:

Sustituidos
los oscuros recuerdos
el dulce dolor
cicatriza despacio
añorando su amor


Mi tanka:

El dulce dolor
en mi piel insertado
esculpe placer
pervierte mi cordura
Ven, estás invitado.


La frase en rojo es para marcar el principio del tanka de quien quiera continuar esta cadena siguiendo la estructura que he comentado anteriormente. No voy a obligar a nadie a hacerlo, quien quiera recoger mi testículo que lo haga, y si no, pues mira, mejor, que me es muy útil para ciertos menesteres.

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Ah, y este es otro tipo de tan"k"a que, a algunos, os gustará más que el de arriba...

miércoles, marzo 01, 2006

Superpecadora.


Soy de los que piensan que un grupo tiene que ser heterogéneo, con sus diferencias, sus contrapuntos y su “molla” para que haya bien donde morder. Al principio, mi grupo de amigos de la Universidad era más soso y aburrido que una tarde de té y pastas con Cuca García de Vinuesa, hasta que se descubrió que, entre todos, había un maricón, una bollera y una superpecadora. Aquello era como el Cluedo, acumulando pistas para llegar a una conclusión fiable. La pecadora fue la más difícil de descubrir ya que era la típica chica modosita, algo mojigata, que escuchaba música italiana y siempre estaba metida en fregaos relacionados con la Iglesia, la menos indicada para ser una pecadora teniendo en cuenta que los “homorepresentantes” teníamos todas las papeletas.

Ella despuntó cuando nos presentó a un "amigo" suyo en una reunión navideña, raro como ella, mayorcito para nuestra tierna edad y tartamudo (con todos los respetos). ¿Qué tiene eso de extraño?, nada de nada, hasta que otra chica del grupo nos comentó que había ido a misa (no, no era una Universidad Católica ni mis compañeros del Opus) y aquel amigo tartamudo que nos presentó había resultado ser el cura de su parroquia… Caras de sorpresa, ojos desorbitados, aspavientos, gemidos ahogados, giros de cabeza de 180º a lo niña del exorcista y una sola imagen en mi cabeza…, mi amiga y el cura en la cama jugando con un rosario a modo de bolas chinas…. Pop, pop, pop…., ya se sabe que cuando se hace “pop” ya no hay stop.

Todo se fue confirmando. Con el tiempo nos enteramos que mi amiga se tuvo que ir de su pueblo por las habladurías de que estaba con un cura. En mi grupo, por supuesto, no la juzgamos, no teníamos por qué. ¿Qué ella estaba con un cura y que éste en vez de colgar la sotana se limitaba a subírsela para que ella entrara y probara el cáliz de la salvación eterna?, ¡pues nada!, ¡no pasaba nada! Allí todo el mundo lo sabía, pero delante de ellos hacíamos como si no... Qué difícil era encontrarse con él y decir “¿Qué tal?”, en vez de “Ave María purísima”, que era lo que verdaderamente querías decir y que estallara la carcajada general. Y lo peor eran las imágenes mentales que se formaban en mi sucia mente, como la de mi amiga haciendo una genuflexión ante él, cogiéndole el santo miembro viril y lo santos cataplines y diciendo: “Señor, Bendice estos alimentos que, en breve, voy a ingerir”…

Y ahí siguen, él repartiendo hostias, ella siendo la protagonista del Pájaro Espino, su relación un secreto, su sexualidad una incógnita, su moralidad un guiñapo y su amor algo que, creo, no se debe juzgar.

No lo dudéis. Si queréis un “más difícil todavía” en vuestra vida, poned un cura o una monja… ¡Monja, jamón!

Audio: Putilatex - Monja