viernes, septiembre 29, 2006

El delgado hilo negro.


No quiero ser repetitivo, pero la sensación no se disipa… Estos días me veo como uno de esos botones que están a punto de descolgarse de la solapa de una chaqueta… Sí, esos que danzan peligrosamente pidiendo un remiendo a gritos y que luchan por no caer al vacío.

Todo lo que me une a ésta, mi ciudad, se asemeja cada vez más a un leve hilo quebradizo a punto de de partirse, y yo, mientras, me tambaleo temiendo que se rompa del todo, aferrándome con fuerza y, a la vez, con ganas de que suceda de verdad, con ganas de que alguien me dé un tirón y se vaya todo a tomar por culo.

Y sé que la única persona que podría ayudar a zurcirme de nuevo no está cerca y me apetece la idea de aproximarme más, de romper estos hilos definitivamente y empezar a crear otros nuevos, pero me da miedo…, me da miedo porque necesito un dedal y no sé si lo tengo.

Un dedal porque no quiero hacerme sangre...

Audio: Maximilian Hecker - I am falling now

lunes, septiembre 25, 2006

Tic, tac.


A veces tengo la sensación de que en la carrera de relevos en la que estamos inmersos, donde a un minuto le sigue otro y así sucesivamente, yo soy el gran perdedor que luce en el cuello la medalla de la cobardía.

Los segundos me ponen la zancadilla, son pequeños y no los veo esconderse, atan los cordones de mis zapatos para que no avance, roen la suela con el fin de que me haga daño y me quede sentado mirándome los pies como un bebé que no sabe todavía qué hacer con ellos.

Los minutos se entrelazan como un collar de esos que aprietan y hacen que, en ocasiones, me cueste respirar.

Los años se dedican a certificar que todo lo que está pasando es real, como una oronda tía que te pellizca los mofletes o el sonido del camión de la basura en medio de la noche que te despierta abruptamente.

Los meses son cambios de estaciones dónde sólo mi piel tiene que adaptarse puesto que el resto de mí simplemente se deja llevar. Es fácil dejarse llevar…, es peligroso dejarse llevar.

Las semanas me envuelven como serpientes que mudan la piel, siendo los días los despojos cutáneos que quedan en el camino esperando que algún basurero los recoja o se los coma.

Y lo más gracioso es que ya sé todo esto, pero no hago nada, sólo dejar que pase el tiempo... Tic, tac.

Necesito que los segundos dejen de parecer estrellas fugaces en el cielo algo nublado que resulta ser ahora mi mundo, sin embargo, me doy cuenta que por más segundos que sople las nubes no parecen irse...

Audio: Helios - Buildr


martes, septiembre 19, 2006

Como en una comedia televisada.


28/08/06

Las risas enlatadas sólo aparecen en las series de televisión, sin embargo, hubo un tiempo que creí oírlas a diario. Fue justo en ese momento cuando descubrí que suenan como el rumor de un cóctel lujoso de decepción y humillación, de esos que saben amargo y que, a veces, no sólo los pruebas, sino que caen encima de tu cabeza haciéndote sentir un frío repentino. Te pones a buscar una toalla, pero sólo escuchas las risas enlatadas chorreándote por el pelo y por la frente mientras luchas para que no lleguen a tus ojos y te escuezan.

De vez en cuando vuelven a resonar en mis oídos, rezongando como un baile lejano de voces estridentes que me apuntan con la lengua como si fuera un dedo acusador… ¿Y de qué se ríen?, pues supongo que de mí, de esas veces donde debería alzar la voz, coger la pértiga de la seguridad y saltar por encima de ellas hasta caer de bruces en el silencio que se haría de repente en mi mundo circundante al oírme gritar pidiendo justicia.

No es que no alce la voz, pero lo hago cuando no debo hacerlo y no lo hago cuando debería. Todo está desincronizado, como un aparato de vídeo roto, como esas pelis pirata mal grabadas donde la voz va por un lado y el movimiento por otro, como la repetición de un gol que ya nada tiene que ver con el momento en el que la pelota roza la portería, porque ese momento ya ha pasado.

Y lo peor es que hay veces que distingo una de esas risas entre todas las demás, más alta que las otras, histriónica y escandalosa... Sí, oigo mi propia risa que se burla de mí por no reaccionar como debiera, por hacer que el miedo levante el cartel de RISAS y no el de APLAUSOS, por tener de estrella invitada a la incertidumbre, por darle protagonismo a quien no se lo merece… Por eso y por mucho más a veces me gustaría desenchufar la tele y con ella la serie a tiempo real que resulta ser la vida, dónde las risas enlatadas no existen ni nunca existirán…, o eso quiero creer.

viernes, septiembre 15, 2006

¡Oztias!


26/08/06

Se está mejor en casa que en ningún sitio”, dice la ñoña de Dorothy al final de “El Mago de Oz”… Nos ha jodío la niñata de mierda, lo dice porque sabe perfectamente cual es SU casa y SU hogar, no te digo. Es por eso que no deja de repetir la frasecita hasta que despierta de su sueño, que ya de paso podría haber sido algo más húmedo, como un dúo lésbico entre ella y la bruja del Oeste para saciar mi curiosidad de ver si, por un casual, tenía también los pelos púbicos verdes…, refiriéndome a la Bruja malérrima, claro. Dorothy era pelirroja y drogadicta. Sólo se puso verde cuando murió por sobredosis de barbitúricos. Bueno, vale, esa era Judy Garland, pero para el caso...

¿Pero y los que no sabemos aún dónde está nuestra casa? Es decir, yo sé dónde vivo, conozco mi dirección y mi código postal, pero sé que esa no es mi casa, no es mi hogar definitivo. ¿Entonces se supone que estoy viviendo en “ningún sitio”?, ¿cuándo sabe uno que está en CASA?, quizá todo sea más simple que eso y tenga que ver, más que nada, con la sensacn de estar en casa, algo más psicológico, no tan físico…, ay, no lo sé… No tengo ni idea del sitio o el hogar que me va a deparar el futuro y, lo más importante, ¡si acertaré a reconocerlo! ¿Se supone que cuando encuentre mi casa va a aparecer el Hada Buena del Norte y me lo va a comunicar?, ¿o quizá sea la ministra Trujillo, esa de los 30 metros cuadrados, la que me lo diga? No tengo ni idea, y, encima, las preguntas sin respuestas me agobian tanto como un jersey de cuello alto a la novia de Borja Tyssen.

Apuesto a que me he emparanoiado demasiado…, yo creo que sí, porque todo lo que me apetece ahora es tener unos chapines colorados, un perro-rata llamado Totó, una fábrica a lo “Porcelanosa” de baldosas amarillas y tres amigos muy especiales: uno peludo que me ruja, uno con todo duro como la hojalata y otro que juegue con pajas... Ejem...

Puto Oz .

Audio: Los enanos de la Ciudad Esmeralda - Follow the yellow brick road

lunes, septiembre 11, 2006

Encontronazos interiores.


Mediados de Agosto


Y
sentirme esos días como el agua del río de Montanejos y sus pequeñas cataratas…, a veces caliente, a veces frío, mientras me arremolino por dentro y me mareo. Tener ráfagas de sensaciones encontradas, resbalarme con sus musgosas rocas y caer de bruces en mi mundo interior, infranqueable y blindado, para no salir de ahí aún oyendo voces en el exterior.

Hacerle fotos a mi soledad y obtener una con el sol tapándome la cara a modo de antifaz mientras escucho música y sigo paseando por mi mundo interior con la una “L” en la parte trasera…, y es que, en ocasiones, aún creo que llevo la “L” detrás, burlona e ingenua, brillante y llamativa, a modo de tatuaje. Porque he descubierto que en los caminos interiores hay señales de obligatoriedad que te dicen que, por cojones, tienes que ir a la derecha…, sea cual sea ese camino. Para unos será una cosa, para otros otra. Cada cual escribe sus señales de tránsito interno, cada uno decide saltárselas o hacerles caso… Es después cuando se pagan las consecuencias a corto, medio o largo plazo. Y justo ahí está el corazón, al que no le suelen quitar puntos por infracción, sino que se los suelen poner, pero de sutura. ¿Quién no tiene un remiendo ahí?

Y por el tubo de escape echo toda la mierda que llevo dentro. Lo malo es que como suelo hacerlo en mis viajes internos sólo logro que toda la porquería se quede ahí, dentro de mí... La acumulo como esos indigentes que viven en sus casas-estercolero, arrinconando basura día a día. Sí, eso es…, es como un síndrome de Diógenes pero interior. Creo que eso es lo que me pasa.

Y vuelvo a la realidad de ese paisaje rocoso con arrullos de agua de fondo. Veo que la pila de mi mp3 está casi gastada y tú sigues sin venir, veo que la bombilla de mi luz interior se fundió días atrás y yo sigo sin cambiarla, veo que las expectativas me han vuelto a jugar una mala pasada y vuelvo a mecerme por dentro para marearme más y poder vomitar todo esto que llevo dentro y que no es precisamente gasolina súper sino, más bien, unas cuantas bolsas repletas de basura.

jueves, septiembre 07, 2006

La oreja de mar.


Finales de Julio

Y B. sale de bucear con una oreja de mar en la mano y me la da. Es una especie de caracola con forma de oreja y unos agujeritos en la parte de abajo que parecen esperar unos pendientes en un arranque de coquetería marítima. Su tonalidad coralina bicolor invita a navegar dentro de ella con la mirada. De pronto me acuerdo del dragón bueno de la Historia Interminable; Fújur. Tienen un color parecido.

La dejo sobre la esterilla, quiero seguir tomando el sol y pensar en blanco, sin embargo me pregunto para qué sirve una oreja de mar y casi al momento caigo en la cuenta de que puede servir para comunicarme a través de ella con el mar. Uno puede hablar al mar siempre que se esté cerca de él, pero quien sabe si nuestro mensaje lo roba una gaviota y se lo lleva en el pico, o las olas lo distorsionan tanto que cuando llega no es ni la mitad de la mitad de lo que querías decir originalmente… Pues para eso están las orejas de mar, para hacer de contacto directo con él y poder hacerle llegar instantáneamente lo que le cuentes en ese momento, ¿no?

Incorporándome trabajosamente cojo la oreja y la sostengo en la palma de mi mano durante unos segundos. Me quedo pensando un rato mientras la miro... Parece tan frágil como una barbilla que tiembla y que simboliza una emoción inesperada, posee caminos nacarados los cuales deseo recorrer con el sonido de mi voz, así que, sin más, acerco mi boca y comienzo a susurrarle palabras que nadie logra escuchar excepto el mar, conectando con él sin tener que esperar… Por un momento parece mantenerse en calma, atento a todo lo que le digo verbal y mentalmente, totalmente quedo y concentrado deja de ser mar para convertirse en persona que escucha. De esas que quedan pocas.

Y por un momento siento como si estuviera desnudo bajo el mar mientras me da la mano con tanta suavidad que no sé si estoy sumergido en agua o acariciando una nube, siento como si me crecieran branquias de sinceridad por dentro, como si un fuelle interno resoplara palabras de dentro hacia afuera, sin miedo a contarle cosas a alguien desconocido, porque el mar es de todo menos desconocido. El mar, a veces, es transparente, otras no deja ver lo que hay más allá de la superficie, el mar se encrespa, se enfada…El mar es como una persona.

Y mientras voy terminando de hablar me alejo del fondo y regreso a la superficie…, con la cara mojada de agua salada y los músculos tan relajados que la esterilla parece haberse convertido en aire. Se siente uno tan bien después de hablar con el mar…

Finalmente caigo en la cuenta que, puesto que el mar también tiene derecho a relajarse y disfrutar del tiempo libre, no está de más prestarle mi mp3 para que escuche la canción que en esos momentos estaba sonando en mis cascos... Seguro que lo agradeció.

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Cocorosie - Candyland (Directo)

Mañana volveré, me acercaré de nuevo la oreja de mar a la boca y le diré: Gracias, mar. Gracias B.

lunes, septiembre 04, 2006

He vuelto..., ¿pero me voy?


Me ha costado volver, y no me refiero a las vacaciones, sino volver a este rincón público que, sin querer o queriendo, ha cambiado en algo a lo largo de estos meses, aún sin haberse movido o añadido ninguna palabra por mi parte desde el pasado 16 de julio. Sin embargo, por vuestra parte sí que se han ido sumando comentarios durante este tiempo, los cuales agradezco infinitamente, en serio.

Este verano he escrito poco. Me he dado cuenta de que escribir con folio y boli es muy cansino y me da mucha pereza hacerlo. Como mucho he tomado anotaciones, sin embargo fue coger el portátil de mi hermano a finales de Agosto y empezar a brotar alguna de las cosas que me han ido pasando y que, supongo, iré colgando puesto que ya están escritas.

He pensando mucho sobre si cerrar el chiringuito o dejarlo abierto. No me apetece explicar el por qué, pero tiene que ver con la libertad de escribir lo que a uno le de la gana sin herir a nadie (me refiero, lógicamente, a ese alguien que lo es todo). Si algo tengo claro es que prefiero autocensurarme antes que hacer daño públicamente con las palabras, y creo que censura y libertad se declararon la guerra hace mucho tiempo. No me gusta esa sensación, no me gusta no poder contarlo todo, lo bueno y lo malo. Ah!, también existe otro pequeño detalle estúpido que me hizo dudar sobre si seguir o no, pero lo voy a obviar de mi mente y de mi vida. No merece ni una triste palabra.

Y no, no escribo todo esto para que me digáis que no deje el blog, que siga escribiendo, etc., simplemente es que me encuentro raro con este retorno y, en teoría, tu propio blog debe ser confortable, porque para eso lo decoras con las palabras que tú quieres y lo pintas del color que te apetece…, y no sé si en un futuro próximo lograré reclinarme confortablemente en mi tapicería manchada de vómitos propios y ajenos…

Pues eso, que gracias por estar ahí, que sigo mareado y que iré colgando post de sensaciones veraniegas y alguna que otra foto que los aderece… Lo que pase mañana ni yo mismo lo sé.