miércoles, abril 26, 2006

MeloDIAS.


Hay días me quedo quieto, muy quieto, cojo la guitarra de mis sentimientos y empiezo a tocar una canción que sólo puedo escuchar yo y las cuatro paredes de mi habitación. Salgo a la calle, miro alrededor y veo a la gente con sus guitarras tocando sentados mientras toman un café, parados en los semáforos, de pie en los autobuses, en los balcones de sus casas, en pareja, en grupo, todos tocando a la vez, algunos aporreando sus guitarras para que se escuchen más alto que las demás, otros desafinando sin ni siquiera darse cuenta, y me dan ganas de taparme los oídos, ponerme de cuclillas hasta que todo el mundo se calle, agazaparme con mi guitarra en la espalda, metida en su funda, palpitando porque quiere ponerse a hablar mientras que los demás siguen tocando sus melodías de “yo y yo y más yo”.

Hay días me quedo quieto, muy quieto y observo como coges la guitarra de mis sentimientos, sabes que las cuerdas son sensibles, finas pero firmes, y empiezas a hacerlas sonar usando tus suaves manos para poder arrancar las mejores notas de mi mismo, escrutándolas una a una para no equivocarte, sacando la mejor melodía posible, la que suene mejor para ti, para mi…, para nosotros. Yo me dejo, suena bien, suena exactamente como quiero que suene. Y si algún día hay que cambiar algo de la partitura, como ya ha pasado, quiero que ensayemos juntos…, que ensayemos hasta que, aún estando físicamente lejos, podamos seguir escuchando eso que hemos tardado tanto tiempo en componer…

¿La oyes?

sábado, abril 22, 2006

Con Pauline... en la playa.


-Hola, Pauline.

-Ey, hola… ¿Qué haces por aquí?

-Pues nada, que me apetecía bajar un ratillo a la playa. Estaba sentado en ese tronco y te he visto. ¿Puedo ponerme aquí, a tu lado?

-Claro, hombre, no hace falta ni que preguntes.

-Oye, Pauline, ¿qué hay que hacer cuándo te sientes mal por dentro y no sabes muy bien por qué?

-Pues escarbar en la arena, justo como voy a hacer ahora mismo..., rebuscar hasta encontrar. Mira un momento a tu alrededor, ¿por qué crees que la playa está llena de agujeros? Siempre que tengo un problema o algo me inquieta bajo aquí y escarbo hasta que encuentro lo que me pasa.

-¿En serio?

-Claro. ¿Ves las heridas de mis manos?, es que me encuentro con cosas puntiagudas, de filo cortante, me hacen sangre, pero no te preocupes, luego voy a mar, me las lavo y como nuevas.

-Pues creo que me voy a poner a escarbar contigo, ¿te molesta?

-¡Qué va!, eso sí, que no te dé miedo…, tienes que usar las manos porque si usas una pala lo único que haces es autoengañarte. Por cierto, muy importante, si te duele, grita, si te escuece, llora, si te cuesta, suda, y si finalmente lo encuentras, puedes estar contento, sino échale un vistazo a toda esa gente que se pasa la vida escarbando y nada... Son las reglas de esta playa.

-Lo intentaré, Pauline. Oye, tócate algo, anda. Creo que así me voy a sentir mucho mejor.

-…

-Digo una canción, mujer.

-Ah, vale… Venga, va.



Pauline en la Playa - Atlas

jueves, abril 20, 2006

Difuminado.


A veces creo que cuando la vida está aburrida se dedica a soplar sobre los contornos de mi cuerpo y de mi alma para difuminarlos poco a poco. La muy puta pasa el dedo por encima e intenta borrar las lindes de mi piel para que las sábanas de mi cama se cuelen por dentro y me aprisionen como si de una serpiente se tratase. Y ahí estoy yo, dando vueltas, haciendo de ratón y escondiéndome bajo la almohada.

Entonces me levanto, me pongo delante del espejo y me veo disperso, borroso, desenfocado, confundido con mi entorno, mimetizado con un desierto de rocas grises, desdibujado por todas partes, mareado porque me faltan trozos que se han ido de viaje.

Y lo que uno debería hacer en esas circunstancias es abrir el cajón, sacar el estuche y ponerse manos a la obra. Coges el lápiz, la regla y comienzas a reconstruirte milímetro a milímetro, de arriba abajo o de abajo a arriba, no importa. Y te das cuenta que el típex no vale porque deja mancha…, es como las mentiras, te lo digo yo, y cuando lo descubres te pegas un post-it mental y sigues delineando para poder cerrarte, enfocarte de nuevo.

Sin embargo, no nos engañemos, lo que verdaderamente solemos hacer es esperar a que la vida se aburra de jugar contigo y la tome con otro. Una noche ves como se aleja con la goma de borrar en la mano acompañada de unos pulmones llenos de aire para soplar los contornos de otras personas y vas y la maldices en tu cabeza, pero no dices nada porque al fin y al cabo es tu vida y tienes que respetarla, ¿no?

¡Perra!

lunes, abril 17, 2006

Tres notas.


P
use aquella canción en el ordenador y me dirigí al cuarto de baño para seguir arreglándome el pelo mientras tú leías en el comedor uno de tus comics tapado con la manta que siempre llevo de un lado a otro.

Me miré al espejo, silencioso, esperando aquellas tres notas musicales, alimentando nuestros planos de independencia dependiente, tú allí y yo aquí, haciéndolos chocar como chocan dos cubitos en una misma copa, dejando pasar los segundos mientras la canción va llegando al momento que quiero que llegue.

Más o menos a la mitad, cuando Antony para de cantar y los violines pasan a ser protagonistas, me preparo para mirarte desde el quicio de la puerta, porque sé que esa es tu parte favorita de la canción y que te emociona escuchar esas tres notas de piano.

Me acerco sigilosamente con las manos en posición de tocar un piano imaginario, aparezco por la puerta y voy y te sorprendo…, te sorprendo acariciando el aire con la punta de los dedos al ritmo de esas mismas tres notas, concentrado en tu emoción, sintiéndola desde dentro, lo veo en tus ojos aunque los tengas cerrados, lo noto en la delicadeza de tus movimientos.

-Te he pillado –digo sonriendo mientras aún me queda una nota por tocar.

Y vuelvo al cuarto de baño casi sin darte tiempo para que repares en mi presencia pensando en la frase que releí tantas veces en aquel libro: “entre una tecla y otra hay en realidad infinitas notas, un pandemónium de notas secretas, por decirlo de algún modo, notas que no oímos”. Y pienso que lo bonito es aprender a oírlas, por ti mismo o que alguien te enseñe, pero saber leer entrelíneas, “entreteclas”, porque creo que perdemos muchas cosas limitándonos a escuchar las notas principales, esas que suenan fuerte y hacen de barrera para que no oigamos las demás.

Mirándome de nuevo en el espejo caigo en la cuenta de algo que ya sabía…, con el tiempo hemos aprendido a leer nuestras “entreteclas”, no sólo las tres notas de la canción que sabemos que van mucho más allá del pentagrama musical, sino todas las demás, aunque algunas suenen a interrogación y otras desafinadas, lo importante es pararse en seco y escucharlas, sentirlas, mientras que con las manos vas tocando las teclas del piano imaginario de tu vida y conformas, poco a poco, tu propia banda sonora…

La canción en cuestión: Antony and the Johnsons - Man is the baby

jueves, abril 13, 2006

Sumando historias.


Me paro un ratillo por aquí para contar una de esas historias de ficción que habitualmente me da por plasmar a través de las letras y en algún momento de arcada mental. Es un poquito larga, pero como estaré algo ausente estos días y tardaré un poco en actualizar, pues espero que "compense" (y no aburra). Allá va.

Fue paradójico, pero justo cuando lo vi salir de entre dos mugrientos contenedores de basura supe que era el hombre de mi vida.

¿Cómo alguien que aparece en semejante sitio puede convertirse en tu media naranja?, se empeñaban en preguntar todos mis amigos mientras yo contestaba automáticamente que había encontrado demasiada basura a lo largo de mi vida como para descartar alguien que, a priori, sólo la rodeaba.

El amor es caprichoso y, a veces, huele mal, así que no tuve ninguna duda cuando me encaminé hacia él empujado por mis sueños y por una absurda canción romanticona que no podía quitarme de la cabeza. Simplemente fue así, nos paramos entre los dos contenedores, nos miramos a los ojos y nos tapamos la nariz mientras sonreímos abiertamente.

De ahí fuimos a tomar un café y a intentar encajar el puzzle de nuestras vidas. Es curioso como al principio de todo, aún estando rodeado de mierda, es la ilusión y la fascinación las que hacen de mascarilla filtradora y sólo lograba llegar a mí nariz los olores de esos primeros capuchinos en semipenumbra bebidos por labios ávidos de pasión, el de las hojas pisadas al dar largos paseos, la particular fragancia de la piel recién duchada en casa ajena o el aroma del incienso que se dedica a embriagar las letras de una ya lejana carta de amor.

Con el tiempo esa mascarilla se rompió, haciendo que los verdaderos olores que desprendíamos empezaran a reptar por mis fosas nasales, susurrándome que era yo el único que soportaba todo el peso de la relación. Llegaba la noche, y esa enorme carga hacía que me sintiera tremendamente cansado y con dolor de espalda, sin embargo, tardaba poco en dormirme en sus brazos ya que su presencia y el autoengaño eran los mejores somníferos que podía tomar. Era así como me sumía en un sueño donde volábamos con una “S” roja cosida en el pijama y yo no notaba nada, pura levedad corría entre los dedos de mis pies, sólo el aire dándome en la cara…, el aire que salía de su nariz cuando yo abría los ojos medio dormido y encontraba su cara frente a la mía, el aire que hacía que mi capa de superhéroe ondeara como la bandera del país que juntos fuimos creando poco a poco y con mucho esfuerzo.

Fue esa Juana De Arco llamada traición la que quemó la bandera dejando sólo cenizas…, minúsculas partículas que era imposible volver a juntar para crear, aunque fuera, otro mundo paralelo. Esta vez sí que empecé a oler mal, como el día en que todo empezó. Abandoné ese mundo lejano y volví al real para darme cuenta de lo que ya sabía, que la realidad carente de magia puede ser la peor lápida que caiga sobre tus hombros.

Al principio intenté ver el lado positivo. Aquel dolor de espalda nocturno causado por el peso de tantas mentiras había desaparecido, aunque, si bien es verdad, todo distaba mucho de parecerse a la levedad que había vivido en sueños. Sin embargo, al poco comencé a sentir algo mucho peor, la espalda me sangraba, dolía, quemaba…, me acostaba en mi cama de púas, donde cada una de esas púas representaba un recuerdo, un momento, un beso, una caricia, un abrazo, una frase… Me convertí en un verdadero faquir del amor, con una cama de 180 para mí solo, repleta de púas afiladas y con todo el tiempo del mundo por delante.

Es esa especie de dolor que te revive y te remata al mismo tiempo… Y es que sentir dolor es mucho mejor que no sentir nada. La nada pesa…, sin duda es lo que más pesa de este mundo.

Sólo con el tiempo me di cuenta de una cosa…, fueron mis lágrimas las que oxidaron las púas de la cama y las que sirvieron de yodo para curar las heridas de mi espalda. Mis lágrimas secadas por el pañuelo del tiempo…, eso y las palabras de mi madre. “Las púas oxidadas nunca traen nada bueno”, me decía cuando era pequeño. Fue por eso por lo que me levanté y caminé lejos de la cama de púas. Fue por eso por lo que dejé de ser un faquir del amor para convertirme en un malabarista de la vida que me había tocado vivir. Fue por eso por lo que desde aquel día no he vuelto a bajar la basura.

sábado, abril 08, 2006

Topándose con...


Apareció un día mientras iba caminando con el peso del silencio en forma de pendientes. Le dolían los oídos de no oírse, le dolían porque las palabras calladas pesaban demasiado, sin embargo, las seguía untando con ketchup y comiéndoselas.

Quería que su vida se convirtiera en una leyenda urbana de esas que alguien cuenta mientras fuma el cigarro de su propia ingenuidad… “El otro día oí que al amigo de una amiga se le quedan las palabras en la traquea y por eso tiene que rajarse la garganta, para que caigan en cascada y forma de corbata y, así, no morir de sobredosis de pensamientos”... Que todo fuera irreal, que nada fuera lineal.

Y entonces apareció mientras iba andando por encima de su propia vida tal y como lo haría en una cinta de esas que hay en los gimnasios, dando un paso, luego otro, otro más, pasando por el mismo sitio decenas, cientos, miles de veces, pisando sobre pisado, se lo sabía de memoria, los cordones de sus zapatos trazaban el mapa y apuntaban el camino a seguir.

El azar apareció y le señaló con el dedo, se acercó por detrás, le rozó el pelo, le quitó los zapatos y los tiró lejos, le sopló en los oídos para sintonizarlos con su corazón, le dio un caramelo antidiplomacia, le explicó con susurros que había que llevar palabras de sobra en los bolsillos y que no podía ir con el escudo del silencio para siempre, dibujó un nuevo mapa con ceras de colores dónde habían muchas áreas de descanso para pararse a pensar, le puso nuevos retos en el camino, le calzó unas botas para que no se mojara los pies con las lágrimas, le dio un beso y un abrazo. Se despidió diciéndole adiós con la misma mano que le había señalado.

El azar te dispara o nunca te alcanza.

El azar no perdona.

Audio: Portishead - Roads

miércoles, abril 05, 2006

Coincidencias en el tiempo.


Justo hace dos años…

La autovía se expandía ante nosotros mientras yacíamos silenciosos, mirando al frente, mirándonos las entrañas, poniendo un paño empapado de cloroformo al dolor en plena boca. Poco antes de subir nos encargamos de llenar el depósito de malos presagios que hicieron de gasolina, de puta gasolina. Y Llovía, y estaba oscuro, por dentro y por fuera. Sólo se oían las ruedas pisando el asfalto mojado y el nudo de mi garganta al atarse más y más fuerte.

De pronto algo pasó. Un fuerte golpe en la parte delantera del coche nos sacó de nuestro ruidoso silencio. Momentos de confusión hasta que nos dimos cuenta que habíamos atropellado a un gato. No pudiste esquivarlo, fue imposible.

El nudo bajó a mi estómago, las lágrimas subieron hasta mis ojos, las huellas de las ruedas fueron escribiendo nuestro final a lo largo de toda la autovía, lo firmamos en la playa, el mismo día de nuestro aniversario. Recuerdo que nos despedimos ahogados y que lo último que vi de ti hasta mucho tiempo después fueron tus ojos en el retrovisor, gritando.

Exactamente dos años después…

La noche era cálida, los silencios no dañinos, la gasolina de la súper, el trayecto el mismo, nosotros, afortunadamente, también. Al año de dejarlo volvimos a retomar todo dónde lo dejamos, estaba tal cual, sumando que nuestros corazones y cerebros habían ejercido de esponja al absorber la moraleja de los errores cometidos. Íbamos a celebrar nuestro aniversario camino a la playa cuando un gato se cruzó por en medio de la carretera. Lograste dar un volantazo certero dejándolo atrás, asustado, descolocado, como nosotros mismos. Instantáneamente nos vino a la cabeza aquella imagen de hace dos años, dónde todo no salió tan bien.

-Eso ha sido una señal…, pero de las buenas, ¿verdad? –lograste decir.

Sí, lo fue… Las coincidencias amasan pasado y presente, solapan momentos en el tiempo, se dejan interpretar. Nosotros seguimos nuestro camino mientras el gato consiguió llegar al otro lado de la carretera, seguimos con la esperanza de dar volantazos a los malos presagios, de quedarnos con la sensación en la que nos dejó inmersos aquella coincidencia, como sabiendo que las señales están también de nuestra parte y que podemos descifrarlas, que sabemos hacerlo, que queremos hacerlo…

Audio: K´s Choice - My head