sábado, marzo 31, 2007

Del 1 al 10...

La vida sigue igual, como diría Julio Iglesias. La vida me da sueño, como diría el que os escribe ahora mismo. Bostezo los minutos, eructo los segundos… Pero hoy no, hoy os contaré cosas superfluas.

En la entrevista del otro día, esa que era “una primera toma de contacto” sin ningún puesto de trabajo en juego, el entrevistador, un hombre de unos 30 vestido informalmente y de pelo largo, me recibió de la siguiente manera…

-¿Qué tal tío, qué te cuentas? -fue su primera frase seguida de un fuerte golpe en mi hombro y de un poco de desconcierto por mi parte-. ¡No llevas corbata como en la foto de tu currículum, eh! –dijo seguidamente y sonriendo.

-Ni tú tampoco –dije demostrando que también sé jugar al “buenrollismo” y con una amplia sonrisa en mi boca.

El caso es que decía palabrotas cada dos por tres, “¡Cojonudo, tío, cojonudo!”,y mostraba una actitud totalmente compadrera conmigo, lo cual me relajó, todo hay que decirlo. Me contó, entre otras cosas, que en esa empresa todos se llevaban fenomenal y que incluso se iban a hacer actividades al aire libre como, por ejemplo, la tirolina… Outdoor que se llama.

Me llamó mucho la atención el buen rollo que se respiraba por las oficinas y que él mismo irradiaba. Tanto me llamó la atención que no sé si me lo creo… Yo siempre he pensado que un buen ambiente en el trabajo es importantísimo, casi primordial, pero es que parecía todo la montaña de Heidi, sólo faltaba Blanquita con su cencerro correteando por el pasillo.

Donde estoy currando ahora también hay muchos “jijijís” y “jajajás” de los jefes para con nosotros, los pringaos del pinganillo…, pero ya me ha advertido una compi que lleva allí mucho tiempo que todo es fachada y falsedad… Y no deja de llamarme la atención que detrás de una sonrisa se puedan esconder unos colmillos bien afilados. Ahora no sólo vale con hacer un máster de algo para especializarte y encontrar un curro decente, sino que tienes que hacer un curso para encontrarte gente falsa tras sonrisas que sólo son maquetas, que no digo yo que el entrevistador de pelo largo lo fuera, pero es que no me fío ni de mi sombra.

Y entre todo eso sigo haciendo entrevistas telefónicas y encontrándome con gente grande. Como aquella señora a la que pregunté “En una escala del 1 al 10, donde 1 es totalmente de izquierdas y 10 totalmente de derechas, ¿dónde se posicionaría usted o sus creencias políticas?, y ella me contestó “¿yo?, ¡yo no soy de nadie!..., yo sólo soy del coño de mi madre.”

Que sí, que viva la gente y el coño de la madre de esta señora.

Patrick Wolf - The Magic Position

sábado, marzo 24, 2007

"Ensurrealizaciones"


Y se arrancó un jirón de desasosiego para ponérselo de antifaz. No sabía si le quedaba bien o no, pero hacía tiempo que vivía de esa manera y no se llegaba a acostumbrar del todo.

Mascullaba esperanzas que terminaba escupiendo al suelo y, estúpidamente, las suplantaba por negros pesimismos que, poco a poco, se le insertaban por dentro de las muelas, dónde le era tremendamente difícil llegar con el palillo de la confianza.

Y su mandíbula crujía oxidada por haberla regado de cobardía durante tanto tiempo… Y el soniquete que salía de ella conformaba una especie de concierto nocturno que no le dejaba dormir de un tirón.

Llegó a la conclusión de que el “todo llega” que le decía todo el mundo no le hacía sentirse seguro, pero sus abrazos que lo hacían… Con eso le bastaba.

domingo, marzo 18, 2007

De levedades que pesan.


Tengo miedo. El router del ordenador de mi amiga P. ha muerto, así que mi contacto con el mundo cibernético queda reducido a los fines de semana que pase en mi casa (como ahora) y poco más. Me viene de puta pena porque veo que la búsqueda de trabajo por Internet es la que más “resultado” da..., sin contar el enchufismo, claro. Ese se lleva la palma.

Sigo sin encontrar un curro de lo mío, pese a haber hecho alguna entrevista que otra y que una empresa se haya interesado por mi currículum y me haya citado, aunque sin ningún puesto de trabajo en juego, sólo para “una primera toma de contacto”. Pero señora, yo lo que quiero es un curro, no verle la cara o tomar un café con usted. En fin..., las cosas son como son.

Entre tanto, y jodido tal que Milhouse en la foto, soy entrevistador telefónico, algo totalmente temporal, circunstancial e infernal. Mis compañeras son chicas superjóvenes, de esas que hablan de hacerse tatuajes como regalo de aniversario (“pero tía, ni se te ocurra tatuarte el nombre de tu novio, eh”), mientras mastican chicles light y un poco de su propio maquillaje.

Mi cometido es el de llamar por teléfono con la agilidad de las piernas de campanilla bailando swing, y preguntar a la gente de un determinado municipio valenciano sobre cuestiones socio-políticas (cómo se nota que vienen las elecciones) de una manera tan amable y adorable que me tienen que decir, por la buena de Dios, a quien votó en las últimas elecciones y a quien votaría de celebrarse mañana... Obviamente me he encontrado de todo, desde gente que vota al partido cannábico, algún falangista suelto y otros que no se pronuncian porque “quemaría a todos los políticos”... Mientras tanto, un ramillete de contestadores “amenizan” las llamada fallidas, como ese del himno del Valencia C.F., el de los niños de la casa haciendo “el gracioso” o aquel de las frases “ocurrentes”..., y yo no quemaría políticos, ¡qué va!..., yo quemaría esos contestadores tan horrendos, ¡pero de un fogonazo!

Por cierto, le tengo especial cariño a aquella señora que tras preguntarle si sabía cual era el partido de la oposición del actual ayuntamiento de su pueblo me contestó “Sí, sí, claro que sí..., Antena 3

Y es que si no fuera por estas pequeñas anécdotas caería fulminado encima de mi propio pinganillo.

martes, marzo 13, 2007

Puntúate.

Foto: Izima kaoru

El otro día iba por la autovía y mis ojos se posaron en unos letreros pegados en la parte de arriba de unos puentes por entre los cuales teníamos que pasar para llegar a casa.

En lo alto de cada uno de ellos yacían cifras tales como “5.5”, “6”, etc., que, se supone, iban informando de la altura de los puentes a los camioneros despistados, tanto a aquellos que fueran en búsqueda de un negro que los empalara vivos como a los que no.

Pues sí, esa sería la explicación lógica, pero yo imaginé otra cosa… Esas cifras representaban para mí la puntuación que un jurado experto en suicidios iba poniendo a los saltos de la gente que se subía allí para tirarse y acabar con su vida. Casi como los saltos olímpicos, pero sin agua debajo…, sólo con la satisfacción de hacer un tirabuzón y encontrar la muerte en forma de duro asfalto. Y es que para algunas personas el asfalto es más blando que la propia vida.

Creo que la máxima nota se la llevó alguien al que puntuaron con un 7.5. Tuvo que ser un gran salto…

lunes, marzo 05, 2007

Con la caja de música a otra parte.

Foto: Lullatone

Yo no sé si la vida es como una caja de música de esas que tienes que estar dándole cuerda todo el rato para que no se pare, pero el caso es que a mí ya me están empezando a salir agujetas en el brazo derecho.

Yo no sé si la vida es como una caja de música de esas con una bailarina dentro que no para de dar vueltas y más vueltas, pero el caso es que a veces noto que me mareo, me paro en seco, miro hacia abajo..., y yo no me encuentro el tutú por ningún lado.

Yo no sé si la vida es como una caja de música a la que le faltan algunas púas y por eso suena desafinada, pero muchas veces lo parece.

Yo no sé si la vida es una puta caja de música..., lo que sé es que, cuando el soniquete que desprende me cansa, tengo que inventarme nuevas melodías con la punta de los dedos, así que de vez en cuando hago sonar las teclas de la imaginación y el absurdo para que todo suene diferente. O al menos lo intento, señora Maripuri.

-Muy bien, hombre, eso está muy bien... Errrrrr, me has dicho que te ponga cuarto y mitad de costillas de cerdo, ¿verdad?

Audio: Lullatone - Music Box Samba

sábado, marzo 03, 2007

Petit à petit (poco a poco)


¿Qué hago con mi vida?

a) Seguir haciendo trabajos puntuales de mierda hasta que salga algo de lo mío.

b) Buscar algo más “estable” que me dé dinero pero que no me motive porque no tiene nada que ver con lo que he estudiado.

c) Seguir luchando y buscar un buen puesto ajustado a mis competencias y a mi formación y experiencia.

d) Quedarme en casa y tocarme los huevos a dos manos hasta intentar batírmelos y esperar que me toque la bonoloto.

Dentro de poco voy a acabar pensando de esta manera, en plan opciones, ya que me han vuelto a llamar para hacer encuestas telefónicas y de calle, así que, por el momento, prefiero marcar la a) y joderme vivo. Sé que la opción c) lleva más tiempo y es más dura, pero como soy algo cabezón, pues…

Aún sigo de Murcia a Valencia y de Valencia a Murcia sin estar en ningún sitio en concreto. Un día puedo estar allí y otro día puedo estar aquí. Ya casi confundo el olor a mierda de Burjasot con el de las cabras que pasean por las calles de Murcia... (ejem…, a más de uno le gustaría que esto fuera verdad). Pero la principal diferencia entre las dos es el inframundo que sigue siendo el metro, y ahora en pleno periodo pre-fallero ni os cuento.

Aquí en Valencia, que aún no la conozco mucho, he aprendido a que si quedas con alguien en un sitio en concreto dónde hay una estatua tienes que cerciorarte de que no haya otra a escasos metros que haga que te confundas y esperes tú en una y la otra persona en la de al lado, como dos pasmarotes. Eso fue lo que me pasó cuando quedé con el blogger Le petit écolier, un accidentado comienzo para un estupendo encuentro.

Como sabe de mis gustos “frikérrimos” tuvo el detallazo de regalarme unas chapas con la cara de la Duquesa de Alba y otra con el Fary, ni que decir tiene que me encantaron. Paseamos, charlamos mucho y fluidamente, nos cruzamos con un número considerable de monjas (siempre que veo alguna me acuerdo de aquella canción de Putilatex “toda la tarde en el convento el tiempo pasa muy lento. Toda la tarde haciendo pasta, te pasas la cuchilla…, ¡vas rasurada!”), comimos un bocata de calamares en un césped mientras escuchábamos tocar a un “encantador de cobras”, observamos un nido en lo alto de una rama y se me ocurrió preguntar de coña y maliciosamente (ya que sé de la conciencia ecológica de le petit) “¿¿¿¿¿le tiramos piedras?????” y su contestación totalmente escandalizada de “¡¡Nooooooooooo!!” me provocó una carcajada de ternura, tomamos un café en una cafetería muy particular regentada por una marica hindú, recogimos unos folletos de concursos literarios en su facultad de modernas estiradas, conoció a mi chico y nos invitó a la casa de cultura de su pueblo a escuchar a una cuentacuentos japonesa… Todo un “petit placer” que espero que se repita cuando esté por aquí más de seguido.

Por cierto, ahora que caigo, odio las fallas.

Rita te lo suplico, sálvame como a un ninot indultado.