viernes, diciembre 29, 2006

El año.


La otra noche me descubrí andando por las calles de mi ciudad entre medias de una niebla incipiente que le daba a todo un aire un tanto extraño. Me recordó a aquella vez que volvía en coche de una boda con unos familiares y, en una carretera de mala muerte, nos pilló una niebla densa a más no poder. Sentí miedo de verdad porque no se podía ver absolutamente nada, ni por atrás, ni por los lados y muy poco por delante, sólo un leve cacho de carretera tan escueto que parecía que iba a desaparecer de un momento a otro. Teníamos que ir a 20 y, sin embargo, mi corazón iba a 140.

Siento que en mi vida sólo puedo ver eso, un pequeño pedacito delante de mí…, tan a corto plazo como el trocito de carretera que queda visible en una noche de niebla espesa. No puedo ver más allá, no sé lo que pasará cuando me vaya paulatinamente de mi ciudad a otra nueva... Sé que atrás habrá niebla parcial y que si miro veo destellos de luz que corresponden a la gente que quiero y que están alumbrando con el mechero de su amistad, sé que siempre podré volver a sumergirme en ella, sé que mirar a los lados sirve más bien de poco, sé que la vida no es una autopista, sino una carretera de mala muerte, y sé que si miro hacia delante veo niebla que hace que vaya a 20 Km/h…, pero sé que por lo menos voy, o quiero, o debo...

Necesito. Quiero. Debo. Voy.

Me despido del año y de vosotros unos días antes de que el 2006 se esfume ya que lo pasaré fuera y estaré ausente. Sólo deseo para todos unos faros antiniebla potentes y mucha paciencia porque ya sabemos como están los repartos de Correos…, creo que no es mucho pedir, ¿no?

Un beso a todos y gracias por estar ahí este añito, en serio.

Audio: Small sins - At least you feel something

lunes, diciembre 25, 2006

Palomas asesinas.


Cada año odio un poco más a mis ex-compis de Universidad porque siempre llegan, como mínimo, 30 minutos tarde a la típica comida que solemos celebrar por estas fechas para no perder el contacto y saber los unos de los otros... Pero, claro, el más gilipollas de todos soy yo, que sabiendo lo impuntual que es la gente estoy allí a la hora en punto, cual estaca.

Lo bueno es que, al menos, me da tiempo suficiente para ver cómo funciona una plaza..., con sus palomas mugrientas, sus niños repelentes, sus padres vistiendo el mismo abrigo comprado en la sección de caballeros del Corte Inglés (ese de los botones en forma de colmillo), sus renos navideños hechos de cable y lucecitas y, acompañándoles, mis cojones hinchándose al ritmo del tic-tac del reloj.

Veo como una paloma picotea un hueso e intenta arrancar de él la poca carne que le queda y pienso que cuando alguno de mis amigos se digne a aparecer quiero convertirme en paloma y picarle en los huesos hasta dejarle sólo los cartílagos. Es una reacción de lo más normal, digo yo.

Me llama la atención que ahora la moda sea colgar unos Papá Noël en los balcones de forma que parece que van reptando hasta arriba..., sin embargo hay algunos que, en vez de eso, parece que están ahorcándose con una cuerda o retorciéndose medio moribundos por poder subir y, sinceramente, no me extraña ante semejante espectáculo navideño. Creo que no me importaría echarles una mano y hacerles el toque de la muerte para que no sufran más, pero la primera pareja de amigos hace aparición interrumpiendo mis pensamientos..., y así hasta que, 1h y 15m después de la hora fijada, ya estamos todos... Atacad, palomas, ¡atacad!

En la comida hablamos de nuestras vidas (trabajo, familia, pollas, planes de futuro, parejas ausentes, etc.). Entre los comensales está la pareja albaceteña en la cual ella es mi amiga y él es el típico novio añadido que saca el tema del agua y los trasvases para joder la marrana a los murcianos. “No entres al trapo, que es lo que quiere”, le susurro a una amiga pueblerina cuyo padre es agricultor y ese tipo de comentarios le toca de lleno. La misma que cuando se ríe empieza a dar palmas y batir las manos con tal fuerza que podría causar un efecto mariposa en Tokio totalmente devastador. Un espectáculo andante con pantalones de estos a media pierna y pantis de rayas horizontales (válgamelseñor, con el frío que hace). Y, bueno, también está la amiga que sigue liada con un cura, aunque no lo diga públicamente, pero de ella ya hablé en otro post y no me voy a repetir.

Ya en el café, el marido de mi amada Y., cuenta una anécdota de cómo los canarios están hechos de una pasta diferente a los peninsulares, que todo se lo toman con más calma, y pone el ejemplo de un día dónde, en un grupo de trabajo, estuvieron esperando totalmente desesperados y encabronados a una pareja isleña que no llegaba ni a la de tres, y que cuando por fin aparecieron con ese acento tan dulce y una amabilidad increíble pues no se atrevieron a decirles nada... Y ahí es cuando mi boca se abrió “Vamos, lo mismo que me ha pasado hoy con vosotros, ¿no?” Dije aderezando la frase con una gran sonrisa irónica que todos captaron con risas porque me conocen y saben que no me enfado con ellos por esas cosas aunque hubiese querido ser paloma para desollarlos vivos..., que una cosa no quita la otra, oye.

Y es que estoy seguro que el año que viene todos volverán a llegar tarde y a hacerme la puñeta, pero ahí estaré yo, en punto y deseando volver a verles, ya que por mucho que me queje, echo de menos esos momentos inolvidables que pasé con ellos en la Universidad... Hijosdeputa son, pero les quiero.

miércoles, diciembre 20, 2006

Dios mío..., ya llega.

Ya está aquíííí.......

-Mamá, me voy a la tienda “Electrofone” a darme de alta en la nueva promoción de Navidad. Ahora vuelvo.

-Vale, hijo.

Salgo y pienso que qué sentido tienen esas luces infernales que cuelgan en las calles con dibujitos de campanas tintineando si lo único que tintinea cada vez que las veo es la vena de mi sien derecha.

Madre mía, la gente se hacina dentro de las tiendas como si hubiera una amenaza nuclear, siendo que la verdadera amenaza es esa señora con los ojos inyectados en sangre que compra colonia a dos manos con el fin de desensibilizar las pituitarias de toda su familia.

En fin…, ahí está “Electrofone”. ¡Aleluya!

-Hola, buenas tardes –digo al entrar-. Quiero darme de alta en la promoción de Navidad y una descarga de 5 € cuando puedas.

-¿Estás seguro?

-Mmmmm, ¿sí?

-No, si yo lo digo por la cara que traes… ¿no preferirías una descarga de 10 o 20 €?

De repente me doy la vuelta y veo como un grupo de niños va por la calle cantando al unísono villancicos con sus zambombas y sus gorritos rojos. Noto como el cántico traspasa los cristales de la tienda y llega a mis oídos.

-No, mejor me vas a poner una descarga de 30 €… Creo que la voy a necesitar para poder soportar estas Navidades.

-Vale, pues pasa a la sala de descargas y ponte cómodo. No vas a notar nada y te vas a sentir completamente atontado durante el próximo mes. No te vas a enterar de nada.

-Eso es justo lo que quiero…, no enterarme de nada.

-¡Pues entra, entra!

domingo, diciembre 17, 2006

Arde.


Dicen que si te echas alcohol en una mano y tienes los santos cojones de prenderle fuego no te quemas…, sólo arde.

No es lo mismo si pones la mano encima de un mechero encendido. Ahí sí que te quemas, te lo garantizo.

¿Cuántas veces has deseado echar alcohol encima de tu vida, prenderla y verla arder pero sin llegar a quemarte? Yo muchas... Y ni que decir tiene que no hablo de quemar el cuerpo físico. No estoy tan mal.

Es algo así como flamearte las ramificaciones nerviosas para acabar sintiendo..., simplemente sentir...

Notar en la piel llamaradas de sensaciones que no queman, sólo arden. Acabar lanzándose a lo bonzo hacia las emociones.

No sabría explicarlo bien, pero me gusta.

Lo de los mecheros es otro cantar, eso se lo dejo a quien le apetezca jugar con fuego.


Audio: Small Sins - Small sins (big within)

jueves, diciembre 14, 2006

Pollo a la paradoja.


Juan Palamós publicaba exitosos libros de autoayuda que resultaban ser efectivos regalos para familiares, seres queridos o parejas. La gente nunca compraba un libro de Juan para su propio disfrute, como si el simple pensamiento de la necesidad de ayudarse fuera tan ofensivo como una verdad dicha a la cara sin ser esperada.

Sus lectores se sentían aliviados e identificados al deleitarse con tan sabias líneas. Casi todos creían haber pensado alguna vez algo de lo que Juan trataba en sus párrafos con inteligencia y sensibilidad. Algunos hasta subrayaban párrafos o los traspasaban a una libreta que, con el paso de los meses, se iba convirtiendo en un bloc de notas de palabras perdidas y sin sentido, pero que en el preciso instante en que eran leídas, y releídas por segunda vez, valían más que el consejo de una madre.

Juan se sentaba todos los días después de comer delante de su ordenador portátil y vomitaba pensamientos con un rítmico tecleo, siendo sus regordetes dedos los trasmisores de todo lo que había pensado justo antes de dormir, que era cuando más inspirado se sentía. Su mujer releía por la noche todo lo que había escrito mientras bebía un vaso de leche de soja con dos terrones de orgullo…, ese que sentía por su marido, lo removía, se tocaba la barbilla, sonreía y apagaba el ordenador con la sensación de que vivía la vida que quería vivir.

El editor de Juan se frotaba las manos cada vez que éste publicaba un libro, nunca había leído ninguno, pero a su mujer le encantaban. Todos y cada uno de los libros se vendían a la perfección, sin necesidad casi de hacer publicidad, el boca a boca lo hacía todo. El editor era el encargado de organizar las fiestas que proclamaban ese éxito como una realidad. La gente lo compraba impulsivamente y ellos lo celebraban

Un día Juan apareció muerto, se había suicidado cortándose las venas. Así tenía que ser y así fue; una muerte literaria. Al lado de su cadáver se encontró una carta que fue publicada en todos los periódicos y revistas.

Una día de la semana pasada creí haber perdido las llaves del coche que recientemente había estrenado, justamente el mismo en el que me enteré que mi amante no quería seguir viéndome porque creía que yo nunca dejaría de ser un egoísta ... ... ... Todo eso hizo que me sintiera hundido. Pasaron varios días y me sentí igual, no podía reestablecer el equilibrio del que tanto he hablado en mis libros, ese que predico y prescribo como la más efectiva receta para la felicidad. Entonces lo supe…, me di cuenta que nunca he creído en mis propias palabras, en nada de lo que he dicho, no las he podido usar en mi propio beneficio. Me sentí más triste aún, como si hubiera engañado a todos y cada uno de los que han leído alguno de mis libros…, sin embargo he caído en la cuenta que al único que he engañado ha sido a mí mismo. Ahora pocas cosas tienen ya sentido…

¿No es la vida paradójica?, pensó para sus adentros el oficial de policía mientras roía un muslo de pollo y doblaba de nuevo la nota de aquel escritor cuyo último libro adornaba su mesilla de noche desde hacía unas cuantas semanas.

domingo, diciembre 10, 2006

Buscando a "Feli" desesperadamente.

Es curioso cómo vamos por la vida en búsqueda de eso que se hace llamar felicidad…, y ya, ya sé que no he descubierto Roma, pero lo que no deja de chocarme es como, a veces, al tenerla delante y mirarla cara a cara sentimos una especie de desazón increíble… Yo creo que es porque mirar a la felicidad a los ojos e intentar conseguirla significa decidir, avanzar e investigar por los caminos de tu vida, levar las anclas y poner en marcha los motores, enfrentarte a tus miedos, tirar la red al agua y tirarte tú detrás, buscar flotadores a los que asirte constantemente e intentar llegar a tierra sano y salvo…, por eso hay gente que parece que se propone ser infeliz (o mediofeliz) ya que, quizá, le cueste demasiado esa “odisea en barco”, le de demasiado miedo y prefiera quedarse en el muelle agitando el pañuelo.

Otras veces simplemente es cuestión de azar y de cazar la felicidad con la palma de la mano e intentar no espachurrarla…, pero esas son las que menos.

Parece una gilipollez supina, pero he tardado tiempo en aprenderlo y, sobre todo, en decidirme a hacer algo al respecto… Por eso este año que entra me voy de mi ciudad para comenzar en otra. Sólo espero no encontrar mucho oleaje.

Y en medio de mi búsqueda creo que el otro día le felicidad me hizo una foto desde atrás sin que yo me diera cuenta. Será zorra...



Y vosotros… ¿os atrevéis a ser felices?

lunes, diciembre 04, 2006

De Kebabs y Lahmacuns.


-Es que no lo entiendo, en serio. Dice que está a gusto conmigo, follamos de vez en cuando, lo pasamos bien, yo no quiero nada serio y él lo sabe, sin embargo se acojona sin venir a cuento y se aleja. A los dos días, cuando se le ha pasado el agobio, me manda un sms diciendo que me echa de menos… Y yo estoy seguro que tiene que ver con que no ha superado lo de su ex y los líos mentales que eso le supone, ¡pero es que a mí ese vaivén me mata!

-Lógico. Yo es que esas personas digo que tienen el “Síndrome Ricky Martin” –le cuento mientras hago malabares para que no se me deshaga el Kebab.

-¿Síndrome Ricky Martin?

-Claro, porque son de esos tíos que dan “un pasito pa´lante María…, y un pasito pa´traaaaaaas”. Vamos, que lo suyo es pura coreografía sentimental.

-Pues tiene lógica, oye.

-¡Claro que la tiene! Es que, nene, en una relación siempre hay que dar pasos hacia delante, aunque sean micropasos... Emmmmm..., y también es importante que los micropasos sean lo único “micro” de la relación.

-Cierto.

-Muy cierto.

-Ains, qué pedazo de “Lahmacun” estás hecho.

-Lo sé –digo mientras mojo una patata frita en una salsa un tanto extraña.