domingo, diciembre 27, 2009

Un erizo, eso es...



-Escúpeme en la boca -me dijo jadeando.

Y yo le escupí con los ojos muy abiertos intentando comprender qué placer podía obtener al sentir mi saliva regando su boca. No lo entendí, pero lo hice.

El holocausto de soledad de nuestros cuerpos se retorcía en una pequeña cama de 90 rodeada de ropa sucia, unas esposas, condones, algún que otro cómic, lubricante y un aparatito negro que vibraba por la zona del perineo.

-¿Quieres popper? -me preguntó ávido de semen.
-No -le contesté mientras me intentaba concentrar para darle lo que él ansiaba.

Un rato después mi espina dorsal volvía a gritar al estirarse encima de él... Me di cuenta que los pinchos de mi caparazón se habían caído poco a poco, que tenía la espalda libre, con movilidad, incluso se oían los gemidos de mis vértebras al retorcerse de placer, me había dejado llevar desde aquella conversación de cinco horas con bastante sentido del humor en un bareto del centro hasta el colchón de la cama de su habitación. Algo nuevo para mí...

-Estás buenísimo -me dijo, como si a esas alturas me tuviera que convencer de algo o, más bien, como si quisiera un "piropo" a cambio.

Todo acabó (bastante satisfactoriamente, por cierto) con olor a cleanex de lavanda por nuestros cuerpos y respiraciones entrecortadas... Respiraciones que dejaron paso a los mimos, las caricas, los abrazos, los besos cortos, los aplausos del público de nuestro orgullo masculino y las observaciones tipo "estás invitado a casa para cuando quieras", lo cual se agradece, la verdad.

Y hoy noto como mis pinchos crecen de nuevo. Pinchos de erizo en mi espalda. Pinchos para que nadie se acerque porque debo asumir que no sé simplificar las cosas y que las distracciones son meras distracciones, no sustitutivos de nada. Pinchos por fuera para que nadie me toque por dentro, como han vuelto a hacer de una manera mucho más superflua, pero lo han hecho... Porque todo es simple, no hay ni va a haber nada más, lo tengo claro, pero la máquina del pensamiento se pone en marcha, y yo, personalmente, no la controlo demasiado bien. Me juega malas pasadas.

Y sí, lo veo claro, un erizo que, de todas todas, volverá a quitarse la coraza y la dejará a los pies de la cama, junto a los boxer manchados de líquido preseminal y los sueños de algo mejor enroscados en los calcetines sucios.


viernes, diciembre 18, 2009

Polvo de hadas.

Ella era de cristal y terminó rompiéndose. Era tan etérea que acabó diluyéndose en el sinsentido de la vida y mimetizó su sonrisa con las olas del mar.

Ella volaba bajito, a ras de suelo, como los colibríes, volaba en el límite de lo blanco y lo negro, de lo real y lo irreal, del cielo y del infierno…

Porque si las sonrisas fueran habitables, yo habría querido quedarme en la suya para siempre. Colgado de sus labios y haciendo equilibrios en la cuerda que une sus dos comisuras me quedé, por eso tendría que haberla mantenido estirada por mucho tiempo, para no caerme, yo mismo se lo pedí, sonriendo como sólo ella sabía, como una estrella de cine de los años 50…, como lo que era, un estrella parpadeante. A veces con más luz, otras con menos.

Ella vuela alto ahora, con su varita de hada en nuestras cabezas. Estoy seguro que hará todo lo posible por conceder los deseos que queremos. La oigo revolotear, es ella, entre las páginas de “Cien años de soledad” que tengo encima de mi mesa y que me dejó hace un tiempo, entre todos mis recuerdos donde ella es la protagonista y siempre lo será… Mi pequeña Amelié.

Te quiero y siempre te querré.

))><(( Forever.

Arc.