jueves, diciembre 14, 2006

Pollo a la paradoja.


Juan Palamós publicaba exitosos libros de autoayuda que resultaban ser efectivos regalos para familiares, seres queridos o parejas. La gente nunca compraba un libro de Juan para su propio disfrute, como si el simple pensamiento de la necesidad de ayudarse fuera tan ofensivo como una verdad dicha a la cara sin ser esperada.

Sus lectores se sentían aliviados e identificados al deleitarse con tan sabias líneas. Casi todos creían haber pensado alguna vez algo de lo que Juan trataba en sus párrafos con inteligencia y sensibilidad. Algunos hasta subrayaban párrafos o los traspasaban a una libreta que, con el paso de los meses, se iba convirtiendo en un bloc de notas de palabras perdidas y sin sentido, pero que en el preciso instante en que eran leídas, y releídas por segunda vez, valían más que el consejo de una madre.

Juan se sentaba todos los días después de comer delante de su ordenador portátil y vomitaba pensamientos con un rítmico tecleo, siendo sus regordetes dedos los trasmisores de todo lo que había pensado justo antes de dormir, que era cuando más inspirado se sentía. Su mujer releía por la noche todo lo que había escrito mientras bebía un vaso de leche de soja con dos terrones de orgullo…, ese que sentía por su marido, lo removía, se tocaba la barbilla, sonreía y apagaba el ordenador con la sensación de que vivía la vida que quería vivir.

El editor de Juan se frotaba las manos cada vez que éste publicaba un libro, nunca había leído ninguno, pero a su mujer le encantaban. Todos y cada uno de los libros se vendían a la perfección, sin necesidad casi de hacer publicidad, el boca a boca lo hacía todo. El editor era el encargado de organizar las fiestas que proclamaban ese éxito como una realidad. La gente lo compraba impulsivamente y ellos lo celebraban

Un día Juan apareció muerto, se había suicidado cortándose las venas. Así tenía que ser y así fue; una muerte literaria. Al lado de su cadáver se encontró una carta que fue publicada en todos los periódicos y revistas.

Una día de la semana pasada creí haber perdido las llaves del coche que recientemente había estrenado, justamente el mismo en el que me enteré que mi amante no quería seguir viéndome porque creía que yo nunca dejaría de ser un egoísta ... ... ... Todo eso hizo que me sintiera hundido. Pasaron varios días y me sentí igual, no podía reestablecer el equilibrio del que tanto he hablado en mis libros, ese que predico y prescribo como la más efectiva receta para la felicidad. Entonces lo supe…, me di cuenta que nunca he creído en mis propias palabras, en nada de lo que he dicho, no las he podido usar en mi propio beneficio. Me sentí más triste aún, como si hubiera engañado a todos y cada uno de los que han leído alguno de mis libros…, sin embargo he caído en la cuenta que al único que he engañado ha sido a mí mismo. Ahora pocas cosas tienen ya sentido…

¿No es la vida paradójica?, pensó para sus adentros el oficial de policía mientras roía un muslo de pollo y doblaba de nuevo la nota de aquel escritor cuyo último libro adornaba su mesilla de noche desde hacía unas cuantas semanas.

23 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso me suena a acertijo, pero narrado. La vida es paradójica y macabra, porque para que un escritor de libros de autoayuda, hiciera todo lo que hacía, el mundo tiene que estar muy corrupto. La imagen del muslo de pollo me ha dado un poco de escalofrío. Un besito de fresa y otro de limón, guapo.

Carolina dijo...

Sería bueno saber que ha pensado la esposa después ... aún tendra terrones de orgullo para su soja ?


Me ha encantado ( como siempre )

Besos

LOLA GRACIA dijo...

El final me recuerda aun microcapítulo de esos de Hitchock en el que los polis te cenan el arma homicida ( una pierna de cordero o algo asi) That's live...Es más fácil aconsejar en las vidas ajenas que tener los cojones de sumergirse en las miserias propias y mirarlas cara a cara. E

LOLA GRACIA dijo...

Imagino que el protagonista dela historia jamá hacía tan desagradable pero sano ejercicio y el día que lo hizo no pudo con su propia piel

El detective amaestrado dijo...

Suele ocurrir."Haz lo que digo pero no lo que hago".
Vaya agilidad a la hora de contar la historia, me ha seducido bastante...

siouxie dijo...

Siempre pensé que los que regalan libros de autoayuda, con ello te están diciendo: "Toma, búscate la vida solito, que yo estoy demasiado ocupado como para perder el tiempo escuchándote". Huyo de esos libros y de quienes los regalan; sobre todo desde que leí en uno de Luis Rojas Marcos, que: "No debemos preocuparnos en exceso, pensando que actualmente suceden más calamidades que nunca, es que ahora, a más gente, más número de calamidades en proporción..., y además, como ahora nos enteramos de todo, por los medios de comunicación..:"
Total, que el que no se consuela es porque no quiere. !aybendito!

El Castor dijo...

Descubro ahora este blog interesantísimo... Salvando todas las distancias este post me recuerda algo sobre algún cómico que decían que en el fondo era una persona más bien triste, depresiva. Los seres humanos somos complicados. Un saludo.

siouxie dijo...

(Creo que el cómico del que hablas era Lenny Bruce").
O tal vez sea otro, porque de paradojas está llena la vida, :(

Luis Guillermo Franquiz dijo...

He recibido tu reciente post como un mazazo en la cara. Te cuento que desde hace mucho me gustan las novelas de Paulo Coelho y ahora, tras leer tu escrito, reflexiono sobre qué tantas de las respuestas que creí encontrar a través del autor brasileño ya estaban germinando en mi propio cerebro; quiero decir que me resulta probable que al final no necesitamos que otra persona nos lo diga, sino tomarnos el tiempo para descubrirlas por nosotros mismos con un poco de sentido común. De verdad que te agradezco mucho este incandescente minuto de iluminación emocional. Un beso.

marga dijo...

Que te regalen un libro de autoayuda debe ser un mazazo para la autoestima ¿no? En plan: "anda toma esto, que no hay quien te aguante"...

Alumnedelmon dijo...

Hay psicólogos que ayudan mucho, aunque su vida personal sea una mierda. Y artistas que han legado belleza a raudales y han sido monstruos con sus parejas. Yo creo que los libros de autoayuda no se han de regalar, aunque yo lo haya hecho alguna vez.

Vivan las contradicciones, las incoherencias y... viva tú.

tomatita dijo...

Es demasiado duro darse cuenta de que toda tu vida está creada sobre algo iireal, sobre nada, sobre una gran mentira...tremendo, tremendo...

Pd: como siempre, gracias por pasarte por mi huerto, es un placer recibirte y leerte.

Bowie dijo...

ok: ¿su mujer le asesinó para cobrar una jugosa herencia en forma de derechos de autor?

va el abrazo

claradriel dijo...

Vsya...
Veremos algún día a Coelho o a Bucay así??
Hi, hi.
Tanto disfrutar... me duele la cabeza, y la gula me invade. Y voy predicando anorexia, no sé yo.

Fran dijo...

Que buen relato! Si señor. La paradoja de la vida. El cómo somos capaces de aconsejar a cualquiera pero no utilizar los consejos para un uso propio siempre me ha llamado la atención.

Juan Muriel dijo...

muy bueno como siempre, pero para cuando algo más alegre?

eSadElBlOg dijo...

tremenda la autoayuda que se lee en libros prestados no??

Y claro tanto escribirla debe dejarte agotado.

nosue dijo...

Quizá es que al final, no hay nada más efectivo.... que lo que nosotros creemos que lo es...

Mar dijo...

Hmmmm... pues ahora que lo pienso me han regalado un montón de libros de estos jejejeej Y me los leo, y me gustan... y tengo una libretita que empecé y no seguí, tal vez porque el blog hace las veces de libreta, no se...
¡Qué inspiración tienes, majo!

S.B.S. dijo...

Consejos vendo y para mi...no tengo.

Jose Antonio Vallejo Serrano dijo...

¿Desde cuando la gente se cree sus propios consejos?

Argenta Copper dijo...

No puedo añadir mucho que no hayan dicho otros antes. Pero a mí un librito de Bucay, o incluso más petardo, de vez en cuando me viene bien. Aunque no suelen decirte nada que no sepas, o que no te haya dicho un buen amigo, pero dicho desde fuera suena diferente, a veces viene bien.

Lo difícil es creerte lo que TÚ les dices a los demás.

Anónimo dijo...

No había pewrjudicado a los demás con esos libros, ¿no? Claro que eso no basta...