jueves, junio 08, 2006

Pisa aquí.


Llegaba todas las noches a casa con la sensación de cansancio pegada a las suela de los zapatos. Él no se daba cuenta, pero iba dejando huellas en el camino de regreso del restaurante. Unas veces eran firmes, enteras, otras eran "semihuellas" de esas que quedan difuminadas en el suelo… Poca gente lo sabe pero las huellas que vamos dejando a lo largo de nuestra vida esperan a que alguien pise encima de ellas para ver si, con la nueva huella, pueden cobrar vida e ir juntas a dar un tranquilo paseo, el viaje más largo de sus vidas, hacer un sprint final o, simplemente, ir cojeando hasta la próxima esquina.

Después de dejar las llaves encima de la mesa y de saludar a su perro lo primero que hacía era quitarse los zapatos y guardar su herramienta de trabajo bajo la cama… Aquella noche había ayudado a unir a tres parejas, no había sido su record y lo sabía, pero estaba más que satisfecho por el resultado y por las felicitaciones de su superior.

Dejaba correr el agua de la ducha por su piel mientras hacía un resumen mental de su jornada… Había visto una declaración tradicional con anillo de por medio, las manidas frases sacadas de la típica película americana, la emoción de unos ojos femeninos pintados con el rimel de la ingenuidad y las promesas de eternidad que tienen como límite el frío muro de la muerte. La siguiente había sido corta y tímida, pero sincera, sellada con un furtivo beso ante decenas de miradas envidiosas. Y la última…, la última casi le hizo llorar, pero tuvo que anteponer su profesionalidad y beberse las lágrimas como ellos bebieron champagne para sellar su nuevo compromiso.

Cerró el grifo, cogió una manzana y, desnudo como estaba, se sentó junto a la ventana para mirar hasta donde sus ojos llegaron a alcanzar. Buscó debajo de la cama, sacó el violín de su caja y empezó a tocar. Disfrutaba mucho cuando lo hacía por placer, pero su trabajo en el restaurante le obligaba a hacerlo siempre que los clientes lo pedían, como si la música de su violín les sirviese de bálsamo en el momento de declararse, como si fuese el amortiguador de sus palabras, el catalizador de sus emociones, un punto de unión más… Para él era su violín y le gustaba tocarlo mirando por la ventana mientras sentía los rescoldos de todos aquellos sentimientos ajenos que nunca había sentido y que tanto le quemaban por dentro.

Torció la cabeza al ritmo de la música y vio las húmedas huellas que sus pies habían ido dejando por toda la habitación. Sin dejar de tocar, y mientras una lágrima se fundía con las cuerdas de su violín, simplemente deseó que algún día alguien pisara las huellas que había ido dejando por aquella grande y solitaria ciudad.

31 comentarios:

Eva Luna dijo...

Primer!!
Boquiabierta y ojiplática como siempre que te leo, diré, que est historia tan tierna y triste a la vez me ha entennnnnnecido a primera hora de la mañana.
Debe ser duro dedicarse a celebrar uniones que nunca son propias y siempre ajenas.
Seguro que encontrara la huella que le siga.
Besos ( de craig)

Anónimo dijo...

Últimamente me dejas... "plof"
:-S

Ysbrand dijo...

Pues a mi me ha parecido romántico y nostágico y ese tipo de cosas...

Además, en un primer momento pensaba que era la presentadora del Diario de Patricia, pero no, era violinista... Quizás si se acercara a tocar para los que comen solos, facilitaría que hubiera este intercambio de huellas.
Nunca han tocado para mi el violin sin ropa, solo la guitarra eléctrica...y es so sexy. Asi que tiene que aprovechar su talento.

Ysbrand dijo...

y Plas plas plas, por cierto

paseillo dijo...

Siempre tan tuyo. Te superas.

Jose Antonio Vallejo Serrano dijo...

Y es que para el amor, a veces lo más importante es el atrezzo, la torre Eiffel de fondo, un violinista, o la parte de atrás de un cine porno.

claradriel dijo...

En otro lugar del mundo, hay un pianista solitario que sabría leer en la melancolía de los compases que emanan de ese violín. Tal vez, algún día, tu músico coja el barco adecuado, y siga las huellas que acojan sus pasos, para columpiarse juntos al ritmo del mar.

PRIMAVERITIS dijo...

ooooohhhhhhh!!!! precioso!

Alumnedelmon dijo...

Tengo una arcada de tristeza, doctor.
;)

Pow dijo...

Los profesionales tienden a desocuparse de sí mismos. Es algo que pasa a menudo. La verdadera putada es la profesión que ha elegido este señor...

Anónimo dijo...

Ay que me lo como!!!

Anónimo dijo...

me encantaria saber ke canción es la ke se escucha cuando está solo mirando por la venta y revisando el panorama para ver si alguien le pisa el destino... creo ke todos nos sentimos así muchas veces, yo ultimamente no puedo parar de vivir emociones ke no son mías, algún día conseguiré reunir las fuerzas, seguir las huellas... pero de eso ya hablará el futuro, hoy prefiero seguir mirando por la ventana...

Naxo dijo...

Mi primer comentario en tu blog...
Un día las huellas del violinista recobrarán vida junto con las de otra persona, y no harán falta violines, ni champagne, ni declaraciones en medio de un restaurante...
Saludos, bonito blog!

Cobre dijo...

Bonito post, triste, pero precioso.

No hay música q exprese tanto como la q sale de un violín, decir las cosas con notas..

besos

Bito dijo...

Ya se sabe, nunca se le conoció novia alguna a Cupido.

Anónimo dijo...

"mientras una lágrima se fundía con las cuerdas de su violín" que bonita fotografía nunca retratada. Cada día vomitas con mayor intensidad!. BSS!!!

Simon Templar dijo...

puede que el día que rompa una cuerda de tan oxidada como la habrá dejado la sal de sus lágrimas, cuando vaya a la tienda de reparación de violines, siga unos pasos que sus ojos empapados no distinguirán, pero que allí encuentre a ese cambiador de cuerdas que hace posible que él se reencuentre por sí mismo durante las noches y que una a los demás durante el día. Allí, entonces, quién sabe que pasará.

Bowie dijo...

mis huellas son de un 48 y medio, así que lo tengo muy chungo!!!

va el abrazo

Marta dijo...

Y para mí no tiene una huellita? Q triste profesión...dedicarse a hacer felices a los demás cuando sólo les tienes envidia.

biquiños...precioso ;)

Juan Muriel dijo...

ultimamente tengo la sensacion de que estas hsitorias continuan y no nos dejas saber el resto... ¿por qué nos haces sifrir tanto!?
quiero un final!

hack de man dijo...

Aaaiiii... (suspiro)

Pisaré más fuerte a partir de ahora...

Supongo que no soy nada original, pero yo también relaciono el violín (o el chelo) con la solitud.

Y no soy muy aficionado, pero escuchar música clásica tocada por un violín con los cascos puestos, a oscuras y tumbado, me encanta.

Bowie dijo...

ey pues claro que calzo un 48,5! es que soy muuuuuuuy alto...


va el abrazo :-D

Elena -sin h- dijo...

Mala profesión para dejar huellas impares...aunque estoy segura de que su vecina está encantada ;)

marga dijo...

¿Y qué música tocaba desnudo ante la ventana?

Unknown dijo...

....la verdad es que nunca me han gustado esos músicos que tocan en los restaurantes o que se pasean por las terrazas.... quizás porque nunca les imaginé como lo has hecho tú.... ;)

Anónimo dijo...

Al principio pensé que se trataba de Cupido. Una historia hermosa. Espero que algín día alguien pise sus huellas.

nube de colores dijo...

Qué difícil es encontrar una huella que sea el molde de otra huella (también perdida en ese camino)

Macacolandia dijo...

Hola, he decidido pasar por aqui para dejar mi huella al lado de todas las demás para que no esté sola.
Que bonito post, me gustó mucho.
Un saludo.

Pol dijo...

Me ha encantado...Esa foto de alguien desnudo mirando la ciudad desde su ventana...tocando el violín. Qué buena peli....me lo apunto, cuento contigo para el guión...;)

Mar dijo...

ayyyy... yo también pensé que era Cupido.
¿Y si existen esas otras dimensiones y no paramos de cruzarnos con "los otros"?.
¡Qué "manía" tenemos de desear tener a alguien con nosotros! a mi me da siempre por pensar que cuando miro al cielo, alguien también lo hace a la vez que yo.

Anónimo dijo...

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